OpiniónMiércoles, 31 de julio de 2024
Conflicto sobre Identidad de Género y Autismo, por Lucía Meléndez
Lucía Meléndez
Activista política

Una familia militar del condado de Prince George, Maryland, está demandando al Hospital Nacional Infantil de Washington DC después de perder la custodia de su hijo autista de 16 años por no referirse a él con pronombres femeninos. El portal de noticias estadounidense VotoCatólico señaló que la familia denunció que el hospital insistía en cambiar de género a su hijo, quien nunca había mostrado interés en ser mujer hasta ser hospitalizado por autolesiones tras una ruptura amorosa con una chica. Los padres, veteranos del ejército, rechazaron la recomendación del hospital, argumentando que su hijo era influenciable debido a su autismo; y acusan al personal de reprogramación mental y de apoyar al joven a renegar de su identidad masculina previa.

Sobre esto, es necesario analizar varias situaciones. Por un lado, tenemos el autismo del adolescente, una condición compleja a nivel cognitivo y de comunicación social. Esta condición dificulta la capacidad de entender de forma abstracta la información del entorno, ya que las personas con autismo suelen ser literales y carecen de "teoría de la mente". La reflexión sobre la identidad de género y la autopercepción (resultado de la socialización de las características propias) podría verse obstaculizada y distorsionada. Las personas con autismo pueden ser más vulnerables a la influencia externa debido a dificultades con la comprensión social y la interpretación de las intenciones de los demás. Sin embargo, esto no significa que todas las personas con autismo sean altamente influenciables en todas las situaciones. La susceptibilidad a la influencia varía ampliamente entre individuos con autismo, al igual que en la población general. Es importante considerar cada caso de manera individual y no generalizar sobre las capacidades o vulnerabilidades de todas las personas con TEA.

Por otro lado, tenemos las autolesiones que en 2021 llevaron al paciente a hospitalizarse. Estas conductas son respuestas desadaptativas y alarmantes frente a una situación como una ruptura de pareja. Las personas con TEA tienden a autolesionarse como mecanismo de regulación ante colapsos sensoriales, pero en este caso, las autolesiones fueron causadas por factores afectivos, no sensoriales. Esto sugiere que las autolesiones no son efecto del TEA, sino de un estado de vulnerabilidad psicoemocional, posiblemente un cuadro depresivo postraumático. Es importante distinguir de dónde surgieron estas conductas autolesivas para identificar el estado integral del adolescente. Ante estas condiciones clínicas, el cambio brusco de autopercepción podría estar motivado por inestabilidad psicológica, autodesvalorización y desesperación por obtener una sensación de control, en este caso, su identidad. La disforia de género, una condición psiquiátrica que incluye manifestaciones transexuales, es un problema clínico de percepción de la realidad. El adolescente está desarrollando una disforia de género después de un cuadro depresivo postraumático con conductas autolesivas. No es normal ni está bien.

Un paciente de esta edad y en estado de vulnerabilidad afectiva necesita una familia que oriente su identidad hacia lo sustancial, lo objetivo y lo real, además de un tratamiento psicoterapéutico basado en evidencia, enfocado en la construcción de un sano autoconcepto, con un enfoque necesariamente no woke. Pero, ¿qué podemos esperar de las decisiones de salud de Washington?

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