La historia nos ha enseñado que los tiranos caen; el problema es el tiempo que demora su descenso. Lamentablemente, lo acontecido el pasado domingo en Venezuela, nos ha demostrado que la democracia ha caído.
La dictadura se sobrepuso a la voluntad popular en la región este 28 de julio. El pueblo quedó relegado, creyó en una ficción, que, por momentos, parecía más real que nunca. Maduro, esta vez, demostró que las dictaduras hoy en día son modernas, han evolucionado, han cambiado. Ya no es como hace unos años, cuando el tirano afirmaba serlo y no tenía ninguna preocupación en que el pueblo lo sepa y le tema. Ahora es distinto.
La dictadura venezolana se disfraza de democracia, aparenta serlo, pero no. La democracia, que nació como el poder del pueblo, “demos” significando pueblo y “kratos” significando poder, ya no es lo que fue. Ese antiguo concepto se está debilitando, al menos, en la región.
La palabra fraude cada vez es más usada en el continente. El sufragio nacional se está viendo falseado. Lo vimos aquí en el Perú, Trump en su momento lo reclamó en U.S.A. y ahora, abruptamente, hemos visto cómo se ha concretado en Venezuela. Con dictadores o sin ellos, la democracia se ha visto amenazada, y para muchos comienza a acercarse a su fin. Porque el poder, en el fondo, no reside en el pueblo. Ese control que tenía la población no existe. El poder lo tiene y siempre lo han tenido las Fuerzas Armadas. Quien las lidera, es quien tiene el poder.
Bien lo explicaron en Juego de Tronos, cuando el señor de la moneda, Petyr Baelish, tras descubrir un secreto comprometedor de la reina, Cersei Lannister, la amenazó con revelarlo, poniendo en juego la corona, diciéndole “el conocimiento es poder”. Solo para que, pocos segundos después, la reina ordenara a sus cuatro soldados que lo degüellen, y cuando el cuchillo rozaba el cuello de Baelish, la reina dijera a sus soldados que paren, que retrocedan y se giren, órdenes que fueron seguidas de manera inmediata. Tras ello, Cersei se acercó, diciéndole a su amenazador que “el poder es poder”.
La oposición venezolana, María Corina Machado y Edmundo González, son como Petyr Baelish. Tienen el conocimiento, las pruebas de que el verdadero ganador de las elecciones no fue Maduro. Sin embargo, el dictador, en este caso, es como la reina, que, con solo unas palabras, podría acabar con la vida de ambos, en un cerrar y abrir de ojos.
Ese es el poder.
Debemos ser honestos y pragmáticos. La democracia funciona, porque el poder lo permite. Porque quienes tienen los tanques y los fusiles, se rigen por la justicia y permiten que funcione. No hay ningún poder del pueblo. Es una falacia con la que todos nos queremos ilusionar. El poder del pueblo es solo la voluntad de los militares de que así sea. Y cuando estos se rigen bajo el derecho, bajo la justicia y la ley natural, la democracia toma su curso. El pueblo puede ser oído y puede decidir. Si el poder está del lado equivocado, todas las leyes pueden ser pasadas por alto. Martín Vizcarra hizo así un golpe de Estado aquí en Perú. Porque la fuerza se lo concedió, y así le permitieron volverse un dictador que gobernó por decretos mientras le robaba al país.
Por eso, dictadores como Maduro, que simulan que fueron elegidos por elección popular, engatusan a sus militares y les dan todo tipo de gollerías para que luego respalden sus mentiras. El poder recae en ellos y si no tienen los valores bien puestos, si se les tiene a los altos mandos como si fuesen aristócratas, logran que todas las fuerzas terminen dándole la espalda a su pueblo. Pero esos, son soldados sin valores, sin orgullo ni pasión por la justicia.
Esa es la verdad. Es así como se tiene el poder. Este no está en la información, en las pruebas o en el conocimiento, como cree Machado. Está en la fuerza, en el armamento, en el fusil y en las balas. Y cuando estas no temen en mancharse de sangre, los tiranos se enquistan en el poder. Pero como la historia nos ha enseñado, los tiranos caen. Desde Hitler hasta Hussein. Todos ven la hora, sea con la fuerza o con la muerte.
Y al final, como se dice que dijo el conde Mirabeau "Los privilegios acabarán, pero el pueblo es eterno".