OpiniónJueves, 15 de agosto de 2024
Censuras del primer mundo, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

La Unión Europea vuelve a mostrar su verdadero rostro totalitario y parece no haber entendido nunca la razón de su creación, que no era otra que luchar contra los posibles autoritarismos europeos en función de crear una sinergia y paz entre las distintas naciones del viejo continente.

Esta vez el latigazo autoritario parece que lo podrían pagar Elon Musk y su empresa “X”. Recientemente, el multimillonario entrevistó desde su propia red social “X” al candidato a la presidencia norteamericana, Donald Trump. Sin embargo, parece ser que a los burócratas de la UE no les gustó este acontecimiento, al punto que uno de sus comisarios y voceros mandó un comunicado expresamente dirigido al empresario, amenazándolo con censurar su contenido y empresa.

La carta de Thierry Breton estipulaba que, por el bien de la ciudadanía europea, se iba a revisar el contenido de la entrevista y, si es que esta no pasaba por los parámetros de la Ley de Servicios Digitales, la plataforma “X” podía ser fuertemente sancionada.

De hecho, las dos sanciones posibles que estipularon en la carta en relación con lo establecido en la Ley de Servicios Digitales era en primer lugar, una multa del 6% de los ingresos mundiales (una suma de dinero escalofriante que incluso para un magnate como Musk sería considerablemente fuerte) y por si no fuera poco, la segunda eventual sanción que podría obtener, sería la suspensión de la plataforma "X" de todos los países afiliados a la UE.

Según la carta enviada por el comisario europeo, supuestamente estas sanciones eran para "resguardar los posibles efectos nocivos del discurso, los cuales podrían eventualmente incitar a la violencia y al racismo". Sin embargo, lo que estaban haciendo era fomentar una censura, camuflándose como una protección al oyente.

Lo que hay que afirmar es que el eslogan de “Discurso de Odio” se ha vuelto funcional para la censura arbitraria. Ahora cualquier cosa puede ser discurso de odio, siempre y cuando un burócrata de turno lo estipule de esa forma. No hay nunca nada concreto, ni definiciones o métodos prácticos, para realmente aseverar qué es y qué no es un "Discurso de odio".

Usando los conceptos del fallecido conservador brasileño, Plinio Correa de Olivera, la idea de “Discurso de odio” sería una Palabra Talismán. Para dicho autor, esto se da cuando una o más palabras forman un concepto que no puede ser criticado por nadie, dado que el tan solo criticarlo sería ya razón por la cual éste tenga sentido. Es decir, hace que un determinado concepto no pueda ser criticado, pues automáticamente quien lo critique estaría realizando la acción que dicha palabra expresa. Se vuelve una suerte de trampa lingüística avalada por un común denominador que impide cuestionarla.

Quien critique el “Discurso de Odio” como concepto es aquel que incurre en el mismo “Discurso de odio”, pues si no, no habría razón de criticarlo. Lo lamentable es que estos nuevos conceptos son estipulados por un conjunto de burócratas a dedo y no se han dado de forma espontánea, sino que son producidos por una ingeniería social que tiene propósitos políticos específicos como la agenda 2030.

En el caso de la Unión Europea, el propósito es que no se difunda más la imagen de Donald Trump ni que sus ideas con relación a la migración o la guerra entre Ucrania y Rusia lleguen a tener mayor alcance. Por lo que usar el eslogan buenista de “querer velar por la paz social” no es más que una vil mentira para censurar una serie de opiniones cada día más fuertes en el viejo continente.

Además, como bien lo estipulo el libertario español, Juan Ramón Rallo, si es que la Unión Europea fuera tan incisiva en controlar y limitar los posibles discursos de odio, ya habría concretado ciertos controles con los tantos discursos de Nicolás Maduro respecto al abismal fraude electoral perpetrado o a las mentiras sobre las muertes dadas por su represión socialista.

Pero como regla general vemos que la Unión Europea no se mete casi nunca con las izquierdas, por más antidemocráticas y dictatoriales que sean.

Hay que tener mucho cuidado con este tipo de acciones perpetradas por estos organismos abanderados de la racionalidad, orden y tolerancia; pues detrás de esas palabras se esconde el más perverso totalitarismo. Finalmente, la política es un juego de retóricas, no gana el más noble ni el moral, sino quien imponga mejor su narrativa y seduzca al resto.

Esto último me recuerda a cuando Herbert Marcuse, el filósofo heterodoxo marxista de la Escuela de Frankfurt, utilizando únicamente la palabra cambió drásticamente el concepto de tolerancia (al menos dentro de sus círculos intelectuales), haciendo hincapié en que existía la "Tolerancia Represiva", la cual en síntesis era aquella que dejaba opinar las demás posturas contrarias a la suya.

Claro está que su forma de explicarla era académica y refinada. Este sostenía que la "Tolerancia Represiva", se da cuando, por permitir todo tipo de expresión, se llegaba a avalar narrativas opresivas. Entonces, callar esas voces era lo que iba a salvar la verdadera tolerancia. Reprimir la tolerancia era, en verdad, para Marcuse, salvarla.

Paradójicamente, esa verdadera tolerancia era únicamente para tolerarse a sí mismo. Nada más distante de lo que sostenía Voltaire: "Protegeré con mi vida tu derecho a ofenderme".

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