OpiniónViernes, 16 de agosto de 2024
¿Qué significa ser liberal?, por Alicia Barco
Alicia Barco Andrade
Comunicadora y periodista colegiada

Para los griegos, la polis fue la ciudad donde se reunían a conversar de todos los temas que acontecían en una comunidad. Era el ágora, el lugar donde se debatía, con el diálogo y el debate, propio de un pensamiento racional, argumentativo y conocedor, acerca de política, religión, filosofía y un gran concepto que hasta ahora no se ha podido heredar con claridad, que es el tema de la justicia.

El ágora tenía la misma función que una plaza o lo que hoy, conocemos, como coliseo. Lo cierto es que la vida social siempre atravesará de conflictos, porque mientras hay vida hay conflicto. El conflicto surge de la diversidad en formas de pensar, en formas de ver el mundo y comportarse con los otros pares, en esos valores y principios que tenemos. Este es el principio de la política. Un sistema de gobierno de una ciudad diversa y plural, donde el Estado debe administrar, y atender esos conflictos, para buscar el bien común, desde nuestros derechos y deberes, como ciudadanos. Y no servirse de las ventajas de esos pocos que gobiernan al servicio de los intereses particulares.

¿De dónde nacen los derechos?

El liberalismo parte de una hipótesis filosófica casi religiosa que postula el origen de nuestros derechos, que es la condición de dignidad, de los seres humanos, inherente a su naturaleza. Esta es la piedra angular que, frente a los estoicos, Zenón defendió en el ágora, afirmando que los derechos no provenían de la polis, de la ciudad, ni de ningún grupo oligárquico de poder.

El origen de los derechos humanos, reside en la condición del ser humano, en su naturaleza. Lo que significa que ningún gobierno político, ni ideología imperante, ni nadie, puede anular nuestros derechos. Los derechos son la fuente de nuestra condición de ser personas.

El liberalismo no es una ideología, es como miramos el modo de hacer política, desde el origen de los derechos en el ser humano.

Ser liberal y comunicar cuáles son los fundamentos básicos del liberalismo, es aterrizar a la realidad y no partir de hipótesis abstractas o modelos perfectos que se construyen desde el ideal de la mente humana, como ocurrió con el marxismo y todas sus revoluciones. Donde se propone un método para cambiar radicalmente el sistema.

Una ideología —como lo dijo Marx— son aquellas que corresponden a las clases imperantes y dominantes, para controlar la libertad del ser humano. Estos filósofos de laboratorio, uno que nunca trabajó y vivió de la mujer; y el otro, amigo revolucionario, alemán, fundadores y coautores del movimiento socialista, comunista y sindical, fueron contra el capitalismo incipiente, porque en los inicios de la era industrial, las fábricas no contaban con marcos regulatorios dignos, y la clase obrera operante, padecía de abuso, colocando al trabajo como falso sinónimo de opresión.

De esta manera, ellos pensaron que la ideología no solo debe expresar un conjunto de creencias, sino que el dominio también es económico. Y así, la ideología marxista se decanta en el socialismo. Todo el socialismo irá contra el capitalismo, y el sistema de poder, socialista, creará menos gente trabajadora, y, por supuesto, más pobres, y más míseras. Lo que significa que el socialismo, a diferencia del liberalismo, que no es una ideología, jamás impulsará la economía del bienestar o del bien común. El marxismo como todo ideólogo, elabora un tratado o libro, basado en una ingeniería social y no en lo que la naturaleza de la persona, y cada ideólogo a su vez, es un ingeniero social, porque explica de dónde viene la humanidad, alguien consagrado a la siempre peligrosa tarea de crear “nuevos hombres” (Nietzsche). Personas “no contaminadas” o falsos líderes, que, por desgracia de la santería oculta, se colocan como “salvadores” y que, como bien dice Popper, terminan siendo dictadores. Siendo ahí, el origen de los gobiernos totalitarios.

El problema de la ideología socialista fortalecida durante el siglo XX, que ha retorcido la verdad de la persona, de la sociedad, creando hombres lobos para defenderse de otros hombres lobos, como lo manifestó John Locke. A quien podríamos calificar como padre del liberalismo político, tras entender los desastres, de Inglaterra a finales del siglo XVII. Pues para evitar las guerras, por la dictadura de los tiranos – como ahora lo vemos en Venezuela – Locke dedujo que los excesos de la soberanía popular o de las mismas dictadoras, la autoridad – el Estado - deberían fragmentarse en diversos poderes. Además de proteger la legitimidad del gobernante y de los gobernados.

Es decir, que estas instituciones democráticas, que hoy se llaman Autónomas, deberían actuar como árbitros. ¿Hoy funcionan así? - No compradas por el poder absoluto, como también sucede en toda Latinoamérica por la alta corrupción de los gobiernos que no reconocen que el origen de los derechos, residen en las personas, y no en los intereses del Parlamento o del Ejecutivo.

El liberalismo no es una ideología, sino una forma de entender el derecho de la libertad del ser humano, como propio en su naturaleza, debe estar ceñido a la tolerancia de la libertad del otro.

Un liberal, lejos de partir de libros sagrados para reformar a la especie humana y conducirla al paraíso terrenal, se limita a extraer consecuencias de lo que ve en la sociedad para proponer acciones que contribuyan a alentar comportamientos benéficos para la mayoría. Bien común.

¿Por qué nos debe interesar la política?

Pero en toda sociedad, como en la vida misma, hay desacuerdos, conflictos, divisiones, divergencias y contrapuestos. Una sociedad no es un grupo homogéneo, de gente uniforme, es un grupo de gente diversa y plural. Y los grupos humanos siempre se han diferenciado por sus valores, identidades, intereses o lo que se conoce como GCU (Gente como uno). La vida social está alimentada de desacuerdos y conflictos.


Lamentablemente, no nos podemos deshacer de estos conflictos. Pero sí podemos ponernos de acuerdo en ciertas cosas, por medio del diálogo. Algo que lamentablemente también está en riesgo, cuando su mismo fundamento ontológico, que es la verdad, no permite levantar puentes de entendimientos. Construir ciertos mecanismos, o instituciones para procesar esos conflictos de tal manera que podamos seguir viviendo de una manera ordenada y lo más pacíficamente posible, es el punto de partida, donde aparece la política.

No podremos, nunca, darle la espalda a la política y a todos nos debe interesar.

Un liberal tiene que someter su conducta a la tolerancia, a los demás criterios y debe estar dispuesto a convivir con lo que no le gusta. Un liberal no sabe hacia dónde marcha la sociedad y no se propone guiarla a sitio alguno. No anula los problemas sociales ni tampoco les da la espalda a las personas. Un liberal tiene los pies bien puestos en la tierra, y es a partir de la realidad, y el respeto a la Sociedad, a la Constitución (basada en leyes imparciales) y al respeto a nuestras Instituciones, nos podremos organizar para diseñar desde el diálogo tolerante y racional, con qué Visión País se puede gobernar una Nación, que contribuya a la riqueza de todos, desde un verdadero Estado de Derechos.

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