¿Qué hace que alguien mantenga una misma identidad a lo largo del tiempo? El filósofo John Locke creía que es precisamente la memoria aquella encargada de fungir como eslabón entre las variadas experiencias de una persona. Asimismo, las naciones o grupos humanos tienen también alguna suerte de memoria. Sin embargo, esta no se manifiesta de la misma manera que la memoria de una conciencia individual, sino a partir de elementos más dispares.
¿Qué hace que un pueblo sea aquello que es? ¿Son sus tradiciones, o, más bien, son sus aspiraciones futuras? La tradición no es una mera repetición del pasado en el presente. Como lo dice el filósofo peruano Carlos Masías, la tradición es la presentificación del pasado en el presente. Cada generación recrea voluntaria y deliberadamente lo pasado en el presente, para así mantener una continuidad histórica que se percibe necesaria.
El Perú es un país de contradicciones. La misma conquista, por parte de la corona de España, lo fue. No se debería de poner en un mismo saco la diversidad de intereses que pasaron de un lado del atlántico al nuestro. Es importante entender acerca de la epopeya de la conquista la diversidad de puntos de vista. No fueron los mismos intereses los de los conquistadores; aventureros del oro y la gloria que los intereses de los jesuitas que dirigieron reducciones de indígenas. En efecto, el recuerdo de la conquista ha sido, y sigue siendo, un elemento esencial para la identidad nacional peruana, un elemento en gran parte doloroso.
Igualmente, habría que pensar que la identidad de un país se mide también por sus aspiraciones futuras. Podríamos preguntarnos, ¿qué aspiraciones futuras? El Perú quiso, en su momento, ser una confederación junto con Bolivia. El general Simón Bolivar quiso una única nación de países hispanoparlantes. Las aspiraciones de un país son un elemento importante en la arquitectura política de un país. El filósofo español Alfredo Cruz Prados nos dice que la política es una obra arquitectónica, es decir, la política no es simple discusión o simple voto en una urna, sino verdadera edificación de instituciones que contengan las acciones de los individuos y les den dirección.
Es importante recalcar que un Estado no solo debe proteger mediante la fuerza a sus habitantes, sino su deber también es el de condicionarlos, para así, hacer de la multitud de interés inconexos algo que podríamos llamar orden. Esto no quiere decir que se deba eliminar la libertad individual. Muy al contrario, lo que se busca con el condicionamiento –educación también se lo podría nombrar– es una mínima armonía que permita la convivencia de todos. Por poner algunos ejemplos, habría que evitar que la gente tire la basura en el lugar incorrecto, escupa en la calle o cometa actos de corrupción.
El pasado del Perú nos brinda una imagen de grandeza y decadencia. Debemos centrar nuestras esperanzas en la construcción ardua y lenta de esta Nación que nació un 21 de julio de 1821. El Perú sigue siendo una Nación adolescente en construcción. Habrá que tener paciencia y amor a la patria para verla florecer, a pesar de sus desgracias.