Cuando Alberto Fujimori y Carlos Boloña se propusieron poner en orden la economía peruana a inicios de los años noventa, tuvieron que trazarse varias líneas de trabajo. Más allá de todos los casos de corrupción que saltarían luego, lo cierto es que las reformas que se aplicaron en ese período funcionaron, porque solucionarían muchos de los problemas que nos ahogaban -gracias a manejos irresponsables de gobiernos anteriores- y construyeron un entorno que permitió incrementar el crecimiento potencial.
Parte de este esfuerzo fue el de convencer al mundo de que el Perú era un buen destino para los capitales extranjeros. Necesitábamos inversión privada urgentemente para poder tener crecimiento económico sostenido, pero el sector privado peruano estaba debilitado por décadas de gobiernos populistas y pésimo manejo económico que veía a los empresarios como enemigos del pueblo y lo habían reflejado en una serie de leyes disparatadas que hicieron mucho daño. Así que la inversión extranjera tendría que ser.
El influjo de inversión extranjera directa al Perú ha sido errático en todos estos años. Si uno ve el gráfico de su evolución a través de los años no notará una clara tendencia, como sí sucede con otros indicadores. Lo que quizás sí sea interesante es comentar el resultado de todo este proceso. Sobre todo, con respecto al origen de este dinero.
Recientemente hay un sector de la prensa que se ha empecinado en hacernos creer que los capitales chinos se han comprado al Perú. En algunos canales de youtube, es más, algunos influenciadores maliciosamente se refieren a China como los nuevos dueños y amos del Perú. Pero, ¿qué tan cierto es eso? Para empezar, si uno revisa el saldo de la inversión extranjera en el Perú, para el 2023 China no era ni siquiera uno de los primeros cinco países de origen del dinero invertido aquí. El país que más capital ha colocado en el Perú es Reino Unido, con US$6,340 millones del total de US$30,172 de ese año. China en el 2023 tenía un saldo de apenas US$1,139.
Como podrán ver, está bastante lejos del primer puesto. Entonces, mucho cuidado con caer en el cuento de que los chinos están tomando el control del Perú. Eso está bien lejos de ser cierto. Incluso Chile y Colombia tienen más capitales invertidos aquí que China. Esto debería llevar a meditar acerca de las razones por las cuales estos medios y estos influenciadores se la han agarrado con China y no arremeten contra Países Bajos, que tiene más inversión extranjera comprometida en el Perú.
Como curiosidad, comentemos que la mayor parte de la inversión británica en el Perú está en el sector minería, seguido por el sector finanzas: US$3,508 millones y US$1551 millones, respectivamente. Con China es al revés. El sector en el que más capitales chinos hay es finanzas, con US$950 millones (menos que Chile, que tiene US$1,061) y el segundo es minería con US$158 millones. (menos que Luxemburgo, que tiene US$226). Sus puertos y su distribución de electricidad ni siquiera son las principales actividades en las que tienen inversiones.
Entonces, ¿por qué influenciadores de redes sociales que típicamente se oponen a la inversión privada y que rajan cuanta empresa privada se les cruce nos quieren meter miedo con las inversiones chinas? Bueno, pues, justamente porque quieren que le tengamos reparo a las inversiones extranjeras en general y saben perfectamente que China es un país con un modelo económico complicado que nadie entiende realmente, pero que todos describen como comunista. Por el otro lado saben perfectamente que su usual campaña en contra del capitalismo ya no funciona. Salir en Youtube y advertir de los horrores del modelo de libre mercado ya no es tan efectivo hoy en día, que las cifras les demuestran lo contrario.
Qué les queda, sino estarnos creando estos fantasmas, de los cuales de todas maneras hay que estar atentos todo el tiempo. Pero que no son el acabose como nos quieren hacer creer. ¿Que China tiene el interruptor de la energía eléctrica en Lima? ¿Y? Que intente apagarnos la luz una vez y van a ver lo rápido que se mueven los demás grupos de interés para expropiarlos o nacionalizarlos o como sea que quieran llamarlo ahora a eso que tanto les gusta.