Yo crecí en el Perú de las bombas, en un país donde el sonido de las explosiones se confundía con los gritos de miedo y desesperanza. Eran días oscuros, donde millones de peruanos sobrevivíamos sin agua ni luz, con el constante temor de la muerte rondando nuestras calles. El país había sido secuestrado por el terror, con Sendero Luminoso y el MRTA apoderándose de regiones enteras, instaurando su dominio sanguinario. Vivíamos en un infierno.
Pero entonces llegó él, un hombre con la valentía y el coraje para hacer frente a lo que muchos ya consideraban imposible. Alberto Fujimori no solo se enfrentó al terrorismo; lo derrotó. Nos devolvió la paz en medio de la guerra y el caos, devolviendo la esperanza a un país que agonizaba. Mientras algunos políticos vacilaban y temían, Fujimori actuó con determinación. Su gobierno no solo logró la pacificación interna, sino que además resolvió conflictos históricos, como la paz con Ecuador, una herida que había sangrado durante décadas.
Sin embargo, hoy, medios de comunicación y sectores de izquierda manchan su memoria. ¿Quiénes odian a Fujimori? No son los millones de peruanos que sintieron el alivio al ver desaparecer el terror de sus vidas. No son los que vieron cómo la economía resurgió tras la hiperinflación que lo devastaba todo. No, los que lo odian son los caviares, los progresistas, los pro-senderistas, quienes vieron en su derrota la pérdida de su poder. Desde entonces, estos grupos han tejido una narrativa tóxica, manipulando la historia y vendiendo mentiras, implantadas por décadas en las mentes de muchos.
Estos críticos olvidan, o eligen ignorar, lo que fue necesario para erradicar a las organizaciones terroristas más sanguinarias del continente. Fujimori no se escondió, no retrocedió ante el terror. Desmanteló las bases terroristas en universidades y cárceles, destruyendo su capacidad operativa. Y lo hizo mientras vencía una hiperinflación que amenazaba con devorar al país entero.
Hoy, más que nunca, debemos recordar el valor de aquel hombre que se atrevió a enfrentar la oscuridad cuando otros cerraban los ojos. Alberto Fujimori no fue un cobarde, como algunos medios lo quieren pintar. Fue un líder que, con aciertos y errores, salvó al Perú de la desesperanza, del terror y del colapso económico.
Gracias por tanto, Presidente Fujimori.