Una vez más, el débil gobierno de Dina Boluarte sufre un revés. Mientras se quema la selva y comienzan a investigar a la presidente por presuntamente ayudar al prófugo y corrupto, Vladimir Cerrón, el pueblo peruano pide a gritos auxilio ante la incesante ola de criminalidad que ha azotado el sector de transportistas.
S/230 millones es lo que pierde la economía del país debido al paro en Lima. En este caso, el paro está perfectamente justificado. Están matando a los choferes y a los cobradores por hacer su labor. ¿Quién querría arriesgar su vida por trabajar? Conducir un bus en Perú resulta más peligroso que pescar en el mar de Bering.
Los extorsionadores exigen S/10 diarios a los conductores y S/20.000 por mes a la compañía. La consecuencia de desacatar el pedido: la vida de los conductores o de sus familias. Pero además están los usuarios del transporte público quienes se arriesgan a ser víctimas de una bala perdida.
Esto debe terminarse de una vez y temo que un estado de emergencias es una medida paliativa y temporal, propia de un endeble gobierno reactivo que ha carecido de la necesaria proactividad que los peruanos esperan.
La única solución es mano dura, pero con licencia. Un gobierno que abandona a sus efectivos, no puede pretender que éstos quieran retomar el orden sin garantías legales. En Ecuador entendieron el apoyo que necesitan las fuerzas del orden y han ofrecido otorgar indultos a policías y militares. Esto los protege de los verdaderos enemigos de la lucha contra la delincuencia: los veedores de “Derechos Humanos”.
“Aniquilar los derechos humanos no es la respuesta al problema de las pandillas en El Salvador”, reza un titular del diario español de izquierda, El País. Curiosamente, como lo ha repetido Nayib Bukele en varias oportunidades, la preocupación de la izquierda internacional por el pequeño país centroamericano, solo comenzó cuando comenzaron a morir delincuentes. ¿Dónde estuvo esa empatía cuando morían inocentes?
Lo mismo sucede en nuestro país, cuando la policía cumple con rigor su trabajo de retomar el orden haciendo uso de la fuerza. Muy prestos son los caviares para salir a defender al incomprendido delincuente, cuyos actos pretenden soslayar en nombre de la justicia social. Muy prestos les siguen los medios de comunicación, los académicos y los incultos secuestradores de la cultura para amplificar la denuncia, y luego convertirse en fiscales, jueces y verdugos de peruanos honorables y mal pagados quienes cumplen su labor.
Solo la fuerza y el coraje para usarla podrá darle al Perú la paz que tanto necesita. No hay que esperar, sin embargo, esta virtud del actual gobierno, pues es otro el sentido de valor del que adolece la presidencia.
“No vea el mundo que el miedo y la desconfianza rigen la acción de unos ojos reales. Sed vivaz como se impone, sed fuego con el fuego, amenazad las amenazas, rendid la mirada del altivo horror. Así, los ojos inferiores, que imitan la conducta de los grandes, se harán grandes gracias a vuestro ejemplo y mostrarán un ánimo resuelto e indomable”. – William Shakespeare.