OpiniónDomingo, 6 de octubre de 2024
El fin de una era, por Hans Rothgiesser
Hans Rothgiesser
Economista y periodista

En setiembre del 2024 falleció Alberto Fujimori, un personaje que levanta mucha controversia en el Perú e inspira todo tipo de pasiones. Al leer columnas y ver entrevistas uno podría pensar que es imposible hablar de su legado con la cabeza fría y con objetividad. Que el país está dividido en dos universos paralelos incompatibles entre sí. Esto, por supuesto, es consecuencia de un largo proceso de polarización. Un proceso que beneficia a una de las partes que prefiere que no haya acercamiento entre las partes.

Al hablar del fenómeno Alberto Fujimori es imposible negar dos detalles. Primero, estuvo vinculado a casos de corrupción. Segundo, fue el artífice de las reformas de los años noventa, gracias a las cuales pudimos salir de una profunda crisis histórica y retomar la senda del crecimiento. Ésta se pudo consolidar con la mayor apertura comercial que trajo el gobierno de Toledo y la reforma educativa de Alan García, así como su implementación de tratados de libre comercio. La historia hoy sería otra si no hubiésemos decidido elegir a un presidente que prometía deshacer mucho de lo avanzado. Ollanta Humala cambió de discurso entre la primera vuelta y la segunda vuelta, dejando en claro en plena campaña electoral que era un político que no tenía problema alguno en traicionar a sus bases. Pero eso no le importó a nadie e igual lo pudimos ver en Palacio de Gobierno. E hizo justamente lo que tanto temíamos. Desde su gobierno la inversión minera se vio fuertemente perjudicada, al extremo que ya nunca se recuperó. Y en su gobierno se empoderó a Petroperú y se inició el patético proyecto de inversión pública de la refinería de Talara.

La izquierda peruana buscará denigrar la figura de Fujimori, porque obvio que eso es lo que tenían que hacer. En ese proceso, buscarán restarle importancia a las medidas económicas que se aplicaron durante los años noventa y que salvaron al país. Querrán negar que trajo mayor crecimiento económico. Querrán negar que redujo la pobreza. Querrán negar que redujo la desigualdad. También querrán menospreciar lo que se logró. Nos preguntarán si acaso es tan importante la inversión privada. Si es tan necesario el incremento del consumo. Si es vital la apertura comercial.

Los casos de corrupción no quitan que estas reformas hayan sido exitosas y que haya que defenderlas. No es negociable. No es discutible. Es un hecho histórico, del cual tenemos montones de cifras y de indicadores. Periodistas que lo niegan están mintiendo o se han dejado mentir. Los entrevistadores que lo dejan pasar están siendo cómplices. Líderes de opinión que no lo exponen están siendo tibios o cobardes. El Perú se merece una mejor calidad de prensa y de líderes, si es que hace falta explicar esto.

El peligro con dejar que se imponga esa narrativa es que pretende quitarles trascendencia a las reformas económicas. Hoy en día éstas corren peligro de ser perforadas aún más. Durante el gobierno de Ollanta se comenzó con su “estabilidad macro con populismo micro”, que no fue suficientemente malo como para generar un movimiento de defensa del modelo económico, aunque advertimos a gritos las consecuencias que ahora podemos observar. Permitir que se instale la historia de que, en fin, todas las reformas económicas no fueron tan importantes fue una fórmula para la estocada final.

Así que tengamos eso en cuenta. Meter todo a una misma bolsa es pararnos frente al precipicio. Mientras Alberto Fujimori vivía, la narrativa era una. Ahora que se ha ido, nos queda agradecer por lo bueno que hizo y lamentar lo malo. Pero además, estar listos para la nueva era, en la que la narrativa de desinformación vendrá por otro lado con otros discursos.

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