Un problema muy grave en nuestro país es la ignorancia general en conceptos de economía. Muy extendido, tanto que algún infeliz que utilice un slogan de campaña falaz como, por ejemplo, “no más pobres en un país rico”, no solo tenga chances de ganar una elección sino que efectivamente la gane.
La economía no es una ciencia exacta, pero nos da luces muy claras sobre lo que es adecuado o no hacer para solucionar o corregir algún problema cotidiano. Por ello nadie con una mínima capacidad de análisis puede creer que un gobierno radical de izquierda resuelva los problemas económicos de un país. No solo no ha ocurrido en la historia de la humanidad, sino que no ocurrirá (puedo apostar sobre eso sin ningún temor), pues los postulados del socialismo son antagónicos a la naturaleza humana. Debido a esto hay temas en economía sobre los que no hay prácticamente dudas como la necesidad de mantener el equilibrio fiscal, la flotación del tipo de cambio o el control de precios y eso es muy bueno, pues colabora con la implementación de política económica en un país. Lo malo es que información en contrario pueda ser escuchada (y peor aún, creída) como ocurre, habitualmente, en contextos electorales.
Muchos trasnochados aún insisten en algunas políticas perniciosas para el bien común, aún cuando se sabe que resultan serlo y se insiste en aplicarlas con fines populistas o por “clamor popular”. Uno de esos temas (que vivimos durante la cuarentena por la escasez de Aspirina que en ese momento se mencionaba que ayudaba a prevenir la enfermedad) es el control de precios. Comenzó a escasear la Aspirina y, como consecuencia lógica, el precio se disparó. No se encontraba en farmacias formales y recuerdo que el blíster de 10 aspirinas se vendía a 12 o 15 soles. Encerrados por la pandemia, en una reunión por videollamada con amigos se tocó el tema de la escasez ya uno de mis interlocutores (en ese momento gran admirador del Lagarto y posterior impulsor de la candidatura de Verónika Mendoza) no se le ocurrió mejor idea que exigir que el Estado se haga cargo controlando los precios. Mi comentario inmediato fue: ¿Prefieres una aspirina de 50 soles en vez de 15? ¿No aprendimos nada del nefasto gobierno de García 1.0 donde había precio oficial de muchos productos inexistentes en anaqueles? El silencio fue la respuesta y procedí a explicar: lo correcto es facilitar el abastecimiento de los productos escasos simplificando la importación de los mismos o de los insumos para producirlos, abrir la competencia para que lleguen o que el Estado haga una compra corporativa, abastezca a los distribuidores y los precios bajen naturalmente. Al hipotético precio de 50 soles se llega por la creación de un mercado negro de Aspirinas, que es el resultado del control de precio colocando un precio máximo.
Hay otro caso menos conocido de control de precios, en el que se coloca un precio mínimo para algún bien o servicio, es decir que debe haber un monto mínimo por el servicio. El efecto es exactamente el mismo, se crea un mercado negro. En un artículo anterior toqué el tema de la formalización. Para este caso pongo como ejemplo el mercado laboral.
¿Cuál es el control de precios? El sueldo mínimo. Cuando se establece un monto como mínimo a pagar y dicho monto no está alineado con el precio determinado por el mercado por las leyes de la oferta y la demanda se creará un mercado negro. ¿Cuál es el mercado negro en el mercado laboral? Lo conocemos como “informalidad” y se refiere al personal que trabaja en una empresa en forma permanente sin gozar de los beneficios del régimen de quinta categoría.
De esta manera, como ocurre en el mercado negro de bienes con un precio máximo, por más acciones que se tomen de represión, coerción y fiscalización sólo influye en subir el precio de mercado negro, de la misma forma, en un caso con precio mínimo no se contratará más personal formalmente pues las empresas prefieren optar por su supervivencia.
Un empleado que le cuesta a la empresa catorce sueldos al año, más un sueldo en CTS, pago de EsSalud y ONP o AFP, más otros beneficios exigibles como seguros o porcentajes adicionales por hora extra trabajada, pólizas de seguro, personal médico, tener que pagar 1.5 sueldos por año en caso de despido, etc, con la productividad media del trabajador peruano es imposible de asumir para la micro, pequeña y mediana empresa. Para poder cubrir todos esos costos se requiere de una productividad del trabajador muy alta, es por ello que la formalidad se encuentra altamente concentrada en el sector de la gran empresa. Adicionalmente, los trabajadores no entienden que en un país con tanta regulación como el Perú ser formal es un privilegio y una vez que se está en la planilla de la empresa hay que ser tan o más productivo que antes de estarlo, pues su bienestar depende directamente del buen desempeño de la empresa en el mercado. Es por ello que el mediano, pequeño y microempresario son reacios a contratar formalmente, pues la productividad del trabajador no está alineada con el salario mínimo que se establece habitualmente por populismo y no por consideraciones técnicas.
Hay otros factores que explican la informalidad, además del control de precios que representa el sueldo mínimo, pero no son tema de este artículo. Lo que queremos que quede claro es que el control de precios es pernicioso tanto estableciendo un precio máximo o un mínimo que no esté alineado con el mercado.
El efecto pernicioso del control de precios se refleja además en que los costos y precios en nuestro país son muy heterogéneos; algunos muy altos como en Lima y zonas urbanas y otro para el sector rural. El INEI en la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN) del 2022 nos muestra un ingreso promedio de S/. 1,668.60 en el ámbito urbano y de S/. 815.90 en el ámbito rural lo que grafica claramente lo mencionado. Se desprende que en aquellos lugares con menor ingreso crear un empleo formal que gane el sueldo mínimo es mucho más difícil.
Dado que el sueldo de un trabajador refleja su productividad (en el sector privado es habitualmente así) y cómo beneficia a la empresa al ser parte de ella, fijar un sueldo mínimo excluye automáticamente a aquellas personas que por algún motivo no llegan a la productividad mínima para cubrir los costos asociados a la formalidad. Estas personas llegan a tener un empleo, pero lo más probable es que sea informal y/o tenga un ingreso menor al sueldo mínimo. Lo ideal para mejorar el mercado laboral es dejar que empleados y empleadores puedan negociar libremente sus salarios y condiciones, en forma individual o colectiva, sin dejar de proteger al trabajador en temas de salud, principalmente. De lo contrario va a ser muy difícil poder llegar a tener una parte importante de la población formalmente empleada.
Se habla de los países escandinavos como ejemplos exitosos de socialismo, lo cual es un grave error inducido por la izquierda (como es habitual), pues la propiedad de los medios de producción no está en manos del Estado sino de privados y hay mucha libertad de empresa y de propiedad. Sin embargo, “olvidan” mencionar que en Dinamarca no existe sueldo mínimo o que en Suecia no hay requisitos legales de indemnización al despedir a un trabajador. A pesar de ello, los sueldos son muy altos y el nivel de empleo formal y/o adecuado es muy alto ocupando los puestos 12 y 17, respectivamente, en el ranking de trabajadores asalariados con respecto al empleo total mientras que nuestro hiperregulado Perú está en el puesto 127.
La evidencia muestra claramente que regímenes menos regulados (sin el control de precios que representa el salario mínimo, por ejemplo) nos llevan a mejores resultados. Un Estado mínimo, que se enfoque en promover la inversión privada, desregular la economía, respetar los derechos básicos de sus habitantes, fiscalizar adecuadamente y brindar seguridad a todos es lo que necesitamos.