OpiniónDomingo, 13 de octubre de 2024
Más educación, más cultura y menos Chibolín, por Alfredo Gildemeister

No sé si son cosas mías, pero ¿No están ya hartos que a diario los canales, programas políticos y noticieros de TV, nos bombardeen durante horas, con el caso de Andrés Hurtado alías “Chibolín”? Desde que este sujeto fue detenido, ¡los medios no dejan de “informarnos”, casi minuto a minuto, sobre los avatares de su detención! Entonces, pregunto con todo respeto ¿y quién diablos es Chibolín? ¿Tan importante para el Perú es este “presentador” de TV, que su detención prácticamente acaparó los medios durante días -los continúa acaparando-, y nos siguen “informando” a diario sobre la vida, pasado, escándalos y milagros de este sujeto? ¿Es este verdaderamente el tema más importante de nuestra aciaga, folclórica y complicada realidad nacional? ¿Siquiera es un tema a tomar en cuenta? ¿No hay acaso noticias verdaderamente importantes sobre las cuales se nos debería informar con detalle y sobre las que casi no se nos informa de nada? ¿No está acaso el país cada día más en manos de la delincuencia, el sicariato y los extorsionadores, ante un gobierno inepto e incapaz, que no sabe literalmente qué hacer y qué medidas tomar? ¿No estamos viendo como ante la inseguridad ciudadana, la falta de protección de la Policía -a la cual se le critica, acusa y condena, mientras que, a los delincuentes, por orden de fiscales cobardes o corruptos, se los libera-, el gobierno solo atina a declarar en Emergencia ciertos distritos de Lima y provincias del país, como si el Estado de Emergencia fuera a resolver, como por arte de magia, la grave situación de inseguridad ciudadana que afecta al país? ¿No estamos viendo cómo a diario, la sociedad civil, el ciudadano de a pie, se está comenzando a armar, en uso de su derecho a la legítima defensa, para defenderse de la delincuencia, ante la inoperancia e incapacidad del gobierno y del Estado peruano? ¿No es más importante informar sobre la corruptela e ineficacia imperante en la Fiscalía o en el Poder Judicial o sobre el desarrollo o no de nuestra economía, las inversiones paralizadas o lo que sucede en nuestra mar territorial frente a la flota de buques factoría y pesqueros chinos, arrasando con nuestra pota y demás especies, y el gobierno y la presidente, solo tienen palabras de alabanza para el gobierno comunista chino? ¿Por qué se nos “informa” sobre casos como el de Chibolín o anteriormente sobre los problemas del futbolista Cueva con su novia y no sobre temas sobre los cuales sí se nos debería informar con profundidad como es debido, y no solo de pasadita? ¿Es todo esto acaso una mera casualidad o forma parte de una estrategia mediática muy bien pensada y controlada políticamente, para no informar sobre los temas verdaderamente relevantes que afectan a nuestra realidad peruana, e inclusive buscando el desinformar sobre esto a la opinión pública, esto es, a la sociedad civil peruana?

Efectivamente, no constituye ninguna novedad -aquí y en ningún otro país del mundo- que los medios de comunicación manipulen la información y las noticias, de tal manera que destaquen lo que políticamente conviene destacar al gobierno de turno (farándula), y oculte o minimice las noticias y acontecimientos o verdaderos escándalos políticos al más alto nivel. En el Perú, ciertos medios son expertos en manipulación -desinformación- y nos proveen de “lo que le gusta a la gente”, como decía el recordado Pocho Rospigliosi, esto es, escándalos de la farándula y, por qué no mencionarlo, sobre nuestro alicaído fútbol. Esta “estrategia político mediática”, repito, no es ninguna novedad. Desde el punto de vista histórico, y solo por mencionar un ejemplo, el Estado nazi alemán de Hitler contaba con todo un ministro de propaganda como lo era Joseph Goebbels, para manipular, desinformar y mentir a la opinión pública alemana, de acuerdo a los intereses del régimen nazi.

Si retrocedemos más en el tiempo y recurrimos a la historia del periodismo, podremos apreciar que el recurso romano al “pan y circo”, en este caso especial al “circo”, no es una novedad. En la república romana se hacía y luego en el imperio, distrayendo al pueblo con juegos, espectáculos y frivolidades, a fin de que no piense, no analice ni reflexione sobre los acontecimientos. “Se lo mire por donde se lo mire, el periodismo moderno nació ligado al dinero, bien o mal ganado, y al poder, mal o bien ejercido, pero también a la literatura y, aunque es menos frecuente señalarlo, al café y al tabaco, drogas sublimes canonizadas por nuestra civilización”, escribió alguna vez Juan Luis Cebrián en su conocida obra “El pianista en el burdel”.

Siglos más tarde, solo por mencionar dos casos, de un lado, en la Venecia del siglo XVII, los gondoleros por lo general vendían por unas cuantas monedas, una “gazzetta”, esto es, unas hojas sencillas manuscritas en donde se comunicaban una variedad de hechos verdaderos, pero también falsos, hechos pintorescos o relevantes, calumnias y diversas denuncias, maledicencias, chismes en base a lo que los comerciantes que llegaban a la ciudad transmitían, de boca en boca, entre ellos mismos pero también entre los mercaderes, marinos, estibadores de los muelles y navegantes del puerto. Estas hojas manuscritas cargadas de chismes, información veraz y no tan veraz, es lo que se desarrollaría con los siglos hasta lo que hoy en día se conoce como gacetas.

De otro lado, tenemos la aparición en Francia por la misma época, del “canard” parisino. Este término proviene del argot que en las imprentas francesas recibían los panfletos u hojas volantes en donde se imprimían chismes, rumores, medias verdades o mentiras completas y se hacían circular por todo París e, inclusive en las provincias francesas. A la gente le atraía y encantaban esas historias, muchas de ellas imposibles y absurdas, pero pagaba por ello, las conversaban y trataban con sus amistades como si se tratase de asuntos de importancia nacional.

Ante esta especie de incipiente y naciente “periodismo” farandulero y de chismes -como hoy lo calificaríamos- los gobiernos en general de la época se dieron cuenta de lo útil que para sus intereses y fines de propaganda podrían servir estas gacetas. Hoy aún se les denomina “gacetilleros” a todos aquellos “periodistas” irrelevantes, superficiales o que realizan su “trabajo periodístico” sin ningún rigor informativo o profesional. Hoy en el Perú, no nos quedamos atrás y tenemos en nuestra TV sendas muestras de esto en ciertos programas que solo difunden chismes, escándalos, frivolidades y demás avatares faranduleros. “Esto es lo que le gusta a la gente” repito, decía Pocho Rospigliosi.

En conclusión, nada ha cambiado. No hay nada nuevo bajo el sol. Nuestros medios continuarán a diario inyectándonos y bombardeándonos en sus canales, programas políticos y noticieros de TV, con noticias a lo “Chibolín”, “la novia de Cuevita”, y etc., distrayendo a nuestro pueblo con escandaletes faranduleros, chismes, dimes, diretes y demás frivolidades, a fin de que la gente no piense, no analice ni reflexione sobre los acontecimientos verdaderamente importantes, viva distraída, adormecida, aletargada y abstraída de lo relevante y trascendente. Como escribió Cebrián: “los ciudadanos… prefieren la imaginación a la verdad a fin de que ésta no les disturbe demasiado”. De allí que insisto, ¡ya basta de farándula y de ese estilo de “noticias”! Por tanto, más educación, más cultura… y menos Chibolín.

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