OpiniónDomingo, 20 de octubre de 2024
¡Con mi panza no se metan!, por Alfredo Gildemeister

Hace unos años, estando en la ciudad de Houston, Texas, en los Estados Unidos por un viaje de trabajo -ciudad cara por cierto, pues abundan los petroleros- y ya estando harto de comer tanta comida chatarra -“fast food” para los entendidos-, en un arranque de firmeza y coraje, decidí buscar un buen restaurante de comida caliente, normal, que ofrezca cualquier cosa menos pizzas, hamburguesas, papas fritas, hot dogs, pollos broaster o donuts. Encontré un buen restaurante, muy elegante, de comida italiana. Decidí gastarme unos buenos dólares, pero comer un buen plato caliente de fetuchini a la boloñesa como Dios manda. Cuando le ordené al chef mi pedido, me preguntó amablemente, por mi acento, de qué país era yo. Le dije que peruano y a mucha honra. El rostro del chef comenzó a transformarse en una expresión de miedo, casi de pánico. Me dijo casi con admiración y mucho respeto, que en el Perú se comía muy bien y que los peruanos teníamos fama de sibaritas, de tener muy buen paladar. Para un chef extranjero, era todo un reto satisfacer el paladar de un peruano. Luego de unos veinte minutos me trajo mi plato de fetuchini a la boloñesa. La verdad que nada del otro mundo -cualquier pequeño restaurante de comida italiana o pizzería en Lima lo prepara mil veces mejor- pero era ¡al fin! comida normal. Satisfecho, regresé al hotel en el que me alojaba y ya en la habitación me dispuse a lavarme los dientes antes de acostarme. Casi con terror me veo en el espejo y mi lengua estaba negra, como la de mi mascota, mi lora Petronila en Lima. Aterrado, llamé a mi esposa a Lima, la cual llamó a un médico amigo nuestro a preguntarle qué me podía haber pasado. Mi esposa me devolvió la llamada a contarme lo indicado por el médico. Este le preguntó qué había comido. Cuando mi esposa le contó que fetuchini a la boloñesa, el medico se rió un buen rato y le explicó que esa era la causa: ¡Los fetuchinis! El doctor le comentó: “¿Tú crees que los gringos te van a preparar la salsa de carne a la boloñesa como aquí en Lima, picando carne, cebolla, zanahoria, ajo, etc.? Ni hablar. ¡Te abren una lata de tuco y te la vacían encima de los tallarines y punto! ¡Ellos no cocinan como nosotros!”. Y cuando mi esposa preguntó por qué se me había puesto la lengua negra, el médico le respondió: “Tu marido se ha intoxicado con metales. La lata del tuco seguro que estaba un poco abollada u oxidada en alguna parte. Suele pasar. Eso te causa intoxicación por metales”.

Definitivamente, luego de esta interesante experiencia y diversos viajes de trabajo, me percaté que como en el Perú no se come. Tenemos la mejor comida del mundo -al menos en mi modesta opinión-, nuestra comida criolla es una maravilla y lo que preparemos, así sea comida de otras partes del mundo -italiana, francesa, carne argentina, paella española, comida china, japonesa, etc.- lo hacemos mejor y más sabrosa, con nuestro propio toque. En otro viaje a USA en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, caminado por el Mall of America -el mall más grande de Estados Unidos- me impresionó la cantidad de personas obesas -hombres, mujeres y niños, sobre todo, con obesidad mórbida- que circulaban por el mall. No les exagero. Con mi compañero de trabajo, nos sentábamos en una banca a descansar y jugábamos a cuantos obesos pasaban delante de nosotros en cinco minutos. Al menos más de cien y nos quedábamos cortos. “Es por la comida chatarra que comen estos gringos todo el día”, explicó mi amigo. Lo que más me impresionaba eran los niños obesos. De allí las tiendas de ropa para personas obesas con tallas XXX y demás letras, abunden por todo los Estados Unidos.

En el Perú, el pasado miércoles 15 de octubre se celebró “el día latinoamericano de la obesidad”. Se celebra los terceros miércoles de octubre. Primera noticia para mí: los gorditos tenemos nuestro día. La Asociación Peruana de Estudio de la Obesidad y Ateroesclerosis (APOA), miembro de la Federación Mundial de la Obesidad (FMDLO), ha revelado que el 25.6% de los peruanos mayores de 15 años vive con obesidad, lo cual genera un alto riesgo de sufrir enfermedades como diabetes, cáncer, infarto al miocardio y accidentes cardiovasculares (derrames cerebrales). Hoy en el Perú la obesidad es un problema serio. La FMDLO ha estimado que para el 2035, un 34% de la población adulta del Perú será obesa.

Lo que más preocupa es el incremento acelerado de la obesidad infantil, lo que origina que hoy los niños obesos comiencen a sufrir enfermedades que antes solo se daba en los adultos, tales como diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, hígado graso, cáncer, cirrosis y enfermedades cardiovasculares. Se estima que para el 2035, la cifra de obesidad infantil se duplicará en el país, especialmente en las niñas. Adicionalmente a esto, el exceso de peso es un problema en los niños debido también a la falta de actividad física -horas de horas hipnotizados, enviciados, jugando o viendo videos frente a una Tablet, celular, computadoras o iPad-, convertidos en seres sedentarios, no juegan ni corren ni saltan, además del consumo de alimentos no saludables: comida chatarra, golosinas, snacks, etc. De allí que se recomiende hacer ejercicio, una alimentación sana, rica en fibras, frutas, verduras, evitando gaseosas y bebidas azucaradas; comer a sus horas con porciones razonables e hidratarse debidamente con al menos un litro de agua al día, en el caso de adultos, mínimo dos litros.

En conclusión, tenemos en el Perú una cultura culinaria maravillosa, se come delicioso y de primera. ¡Qué duda cabe! El peruano -de toda condición social- es innegable que es de muy buen comer. El buen comer no perdona. ¡La panza de los peruanos es sagrada! Adicionalmente, si inculcamos en nuestros niños la comida chatarra -que no es barata por cierto-, al menos los fines de semana, y una lonchera llena de golosinas o que los más grandecitos compren en el quiosco del colegio galletitas, bocaditos y dulces, más la falta de ejercicio con una vida sedentaria -viviendo horas delante de las pantallas, formando ludópatas digitales- tendremos a mediano plazo, tal como lo vi en Minneapolis, un país lleno de obesos, felices por el momento, hasta que la diabetes, la hipertensión arterial, el hígado graso, el cáncer, la cirrosis y las enfermedades cardiovasculares te quite la alegría del comer y comiencen a incrementarse dichas enfermedades en los adultos y especialmente en nuestros niños. De allí que a cuidarse. Comer rico y sano no es imposible. Soy consciente que muchos peruanos lanzarán un grito de advertencia a quien desee alterar su rica comida diaria: ¡Deja en paz mi pollo a la brasa, mi pan con chicharrón con tamalitos domingueros, mi arroz con mariscos y mi carapulcra con mi suspiro de limeña y mis picarones de postre! Mil disculpas. Ya me dio hambre. Soy consciente que debemos cuidarnos, especialmente cuidar a nuestros niños. No deseo un país de panzones mal alimentados, con enfermedades crónicas. ¡A cuidarse señores! Sin embargo, me es inevitable proclamar ¡Que bien se come en el Perú! ¡Con mi panza no se metan!

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