La elección presidencial de los Estados Unidos no solo afecta a sus ciudadanos, sino que tiene repercusiones a nivel mundial. Con un Occidente cada vez más asediado por las políticas progresistas y una crisis de liderazgo en aumento, resulta esencial que las democracias opten por líderes fuertes, capaces de frenar la deriva hacia el caos. Este es el caso de Donald Trump, cuyo regreso al poder en 2024 es visto como una oportunidad para devolverle a Occidente la firmeza y claridad que tanto necesita.
Los recientes comentarios de Kamala Harris, en los que se jactaba de su gestión a pesar de los innumerables fracasos que han marcado su tiempo en la vicepresidencia, son un recordatorio preocupante de cómo la izquierda global ha perdido el contacto con la realidad. Harris, que ha sido criticada por su constante deshonestidad y su incapacidad para lidiar con problemas básicos, no solo está debilitando a Estados Unidos, sino que su liderazgo es un reflejo de la amenaza que la izquierda supone para todo Occidente. Ella está en el gobierno, sin embargo, quiere plantear soluciones a los problemas que ha creado su co-administración.
Durante la cena anual Al Smith, Donald Trump, como siempre, no se contuvo. Ridiculizó a Harris, al senador Chuck Schumer y al gobernador Tim Walz, exponiendo la hipocresía y el mal liderazgo que representan. No es solo un show de humor político, es la verdad que muchos prefieren ignorar. Mientras Harris se regodea de una gestión fracasada, el mundo enfrenta problemas reales que exigen soluciones claras y contundentes. Podemos estar al borde de la tercera guerra mundial y Harris sigue insistiendo que ella creció en la clase media, como respuesta. A todas las preguntas. Trump, a diferencia de sus rivales, no teme decir las cosas como son y ofrecer soluciones que, aunque incómodas para algunos, son necesarias. Ese es el perfil del nuevo político: el honesto imperfecto.
El magnate Elon Musk, quien ha sido el mejor jale de la derecha en los últimos años, fue más allá y advirtió que, con cuatro años más de Harris, "viviremos en un Mad Max", haciendo referencia a la película distópica protagonizada por Mel Gibson. Esta visión apocalíptica puede sonar exagerada, pero refleja una creciente preocupación por la dirección que está tomando el país más poderoso del mundo bajo el liderazgo de la izquierda progresista. La desindustrialización, el declive económico, y la polarización social son solo algunos de los efectos de políticas erróneas que han sumido a Estados Unidos en un caos del cual no parece haber escapatoria, salvo un cambio radical en el liderazgo. La victimización como doctrina tiene que parar. Lo mejor que EEUU le ha dado a la humanidad no es una cadena de hamburguesas o un ratón animado. Es un concepto. La idea del “self made man”. Lamentablemente ese hombre hecho por sí mismo ha sido reemplazado por un hipersensible no binario que no sabe si es hombre, mujer o gato.
Los cambios necesarios no pueden venir de alguien que sea complaciente con las élites progresistas. EEUU (y el mundo) necesita un líder con un proyecto firme, que no se pliegue ante la corrección política ni los cantos de sirena del progresismo. Occidente está a punto de caer en un abismo del que será difícil recuperarse si sigue eligiendo a líderes débiles y deshonestos como Kamala Harris o Joe Biden. No se trata solo de Estados Unidos; el liderazgo estadounidense tiene un impacto directo en América Latina y el resto del mundo.
Los peruanos, como parte de este bloque occidental, no podemos ser indiferentes a lo que sucede en el norte. Ya estamos viendo cómo los discursos de victimización y polarización llegan a nuestros países, fomentados por movimientos de izquierda que se nutren del caos internacional. Si el mundo occidental quiere mantener sus valores, debe estar liderado por una persona que entienda la importancia de la verdad, el orden y la libertad. Y, nos guste o no, esa persona es Donald Trump. He escuchado a muchos amigos decir que jamás lo apoyarían porque “les parece un imbécil”. No tiene que caerte bien. Quien vota con emoción y no con la razón debería eximirse de votar.