Esta semana el Poder Judicial sentenció al expresidente Alejandro Toledo a más de 20 años de prisión efectiva, por el caso de la carretera Interoceánica, colocándolo como el segundo presidente de nuestra República en recibir una sentencia por un caso de corrupción, aparte de su gran némesis y adversario político Alberto Fujimori.
En total, si analizamos el número de expresidentes que han recibido una condena penal, este número subiría a tres, Toledo y Fujimori que fueron sentenciados en el Perú y pasaron tiempo en la cárcel aquí y Morales Bermúdez, quién fue sentenciado en Italia por su involucramiento en el Plan Cóndor, pero quien, sin embargo, nunca llegó a ser extraditado y murió en libertad.
Además, las complicaciones legales de Toledo no han acabado, dado que el gobierno americano amplió su extradición a las imputaciones del caso Ecoteva, por lo cual, si se le declara culpable de esta denuncia, se le podrían adicionar otros 16 años a su condena.
Esta noticia nos lleva a hacernos las siguientes preguntas.
¿Cuáles son las lecciones de la sentencia de Toledo? ¿Cuál será el legado político de Toledo?
La carrera política de Alejandro Toledo fue una de larga aliento. Sería importante recalcar que en total ha postulado cinco veces como candidato presidencial, en el 95, 2000, 2001, 2011 y 2016, habiendo logrado ganar su tercera elección, y gobernado hasta el 2006.
Toledo se hizo conocido en el Perú por ser uno de los principales opositores al gobierno de Fujimori, al que acusaron de ser un dictador autoritario que había roto la democracia peruana, al haber disuelto el Congreso de la República en el año 92, aprobado una Constituyente en un proceso donde hubo denuncias de fraude, y haberse reelegido de manera irregular cambiando la constitución, aplicando interpretaciones auténticas y con elecciones que supuestamente fueron poco transparentes.
Sin embargo, una de las principales críticas que Toledo hacía contra Fujimori es que su gobierno era uno de los más corruptos de la historia de nuestro país, lo que lo llevó a emprender una de las persecuciones judiciales más grandes que se han visto en nuestro país, para investigar y condenar a decenas de integrantes y aliados del Fujimorismo.
Fue principalmente esta consigna de que Toledo era un paladín de la lucha contra la corrupción que iba a retornar al Perú a la democracia, lo que lo llevó a ganar la elección y convertirse en presidente de la República.
En el año 2016, Toledo afirmó lo siguiente en una entrevista publicada en el diario El Mundo respecto a la posibilidad de una victoria electoral de Keiko Fujimori, la hija de su gran némesis político: “Espero (…) que no entre la misma corrupción y el narcotráfico que sucedió en los años 90 cuando Fujimori era presidente”.
Sin embargo, todo esto resultó ser una gran y completa farsa. La realidad ha demostrado que Alejandro Toledo, nunca fue el gran paladín contra la corrupción y más bien fue durante su gobierno donde se realizaron algunos de los escándalos de coimas más grandes de la historia de nuestro país.
Tampoco podemos olvidar como el gobierno de Toledo fue un completo y total desastre, llegando a niveles extremadamente bajos de aprobación, 7.2% en el año 2004, y marcados por numerosos escándalos personales, como sus problemas con el alcohol, ser uno de los únicos presidentes en la historia que hayan afirmado que fueron secuestrados por damas de compañía en un hostal y tener una hija no reconocida a la que quería negar por completo.
Además, pareciera que el mayor logro de Toledo fue que decidió no tocar las sólidas instituciones económicas ni jurídicas que se plasmaron en la Constitución del 93, que llevaron a nuestro país a experimentar el mayor periodo de prosperidad y estabilidad en toda nuestra historia y que logró sacar a millones de personas de la pobreza.
Instituciones que recién se habrían puesto en jaque en gobiernos recientes de la izquierda radical, como Vizcarra o Castillo.
De esta manera, el gran legado de Toledo fue que mantuvo la Constitución del 93 y dejó al país crecer, mientras él probablemente se encontraba muy feliz en alguna de las cantinas de nuestro país.
Este año nos da un pequeño vistazo de cómo se juzgará el legado de Toledo frente al de Fujimori en las páginas de historia de nuestro país.
Mientras la muerte de Fujimori llevó a cientos de miles de personas a las calles para recordar las cosas buenas que hizo por el país, como la exterminación del terrorismo y la reactivación de la economía, la noticia de la sentencia de Toledo sorprende por el gran nivel de apatía de la población, que se encuentra concentrada en otras cosas, como la inseguridad ciudadana, y el absoluto silencio de cualquier tipo de defensa o apoyo al líder de la Chacana.
Aquellos que antes impulsaban a Toledo como el máximo líder de la lucha anticorrupción en el Perú ahora están mudos, dado que lo han abandonado por completo o temen que apoyarlo podría perjudicar su futuro político.
A diferencia, cuando Fujimori fue a prisión, siempre hubo una sólida base de simpatizantes que nunca lo abandonaron, y continuaron afirmando que era inocente de las sentencias en su contra.
Mientras Fujimori murió como un héroe aplaudido en las calles, su gran adversario, Toledo, es encarcelado bajo un completo y total silencio de la población.
Ese es su legado.