OpiniónDomingo, 27 de octubre de 2024
Matrimonio, ¿por qué no?, por Alfredo Gildemeister

Hace unas semanas se casó mi hija mayor. Durante la ceremonia se me vino a la cabeza la película “El padre de la novia” cuyo protagonista, Steve Martin, representa a un padre cuya hija, su pequeña, su nena, su bebé, se casa. Siendo una comedia, a mi siempre me pareció una película muy nostálgica, mas si uno la ve ya siendo padre de familia y, más aún, padre de seis hijas que sabes que algún día se te irán de tu lado, para formar una familia al lado de un sujeto al cual prácticamente, no conoces. Es inevitable -al menos para mi- que cuando uno asiste a un matrimonio, mas aún si se te casa una hija, que uno recuerde su propio matrimonio, compare y piense: “hoy es algo diferente”. ¡Y vaya que es diferente!

Temas como la relación que existe entre el amor, el sexo y el matrimonio, se me vinieron a la cabeza. Hoy en día, ¿Cómo se conciben estos temas? ¿Saben los jóvenes hoy en qué consiste el amor, el sexo o el matrimonio? ¿Se enamoran de verdad? Me da la impresión que en la mayoría de los casos, no tienen ni idea. Es más, se vive una gran confusión al respecto, puesto que, para la mayoría de los jóvenes, estos temas constituyen todo un sancochado en su cabeza. Efectivamente, nunca como hoy se ha hablado o escrito tanto sobre “uniones sentimentales”, “relaciones de parejas”, etc. pero muy poco sobre el amor. De allí que hoy sea necesario, por no decir que urge, redescubrir lo que es el verdadero amor, así como el verdadero sentido del sexo y del matrimonio.

Comencemos por el matrimonio. ¿Por qué hoy pocos jóvenes deciden casarse? Si lo hacen, en muchos casos lo hacen por un mero convencionalismo social, una ceremonia cargada de sentimentalismo y, lo mejor de todo, una recepción a todo meter con una barra para el trago de varias decenas de metros de largo, licores a granel de todo tipo como ron, whisky, gin, hasta tequila y Jagermeister (que nada tiene que ver con mi apellido por si acaso); bailes estudiados por los novios para todos los gustos, comida y dulces a granel, incluyendo la obligatoria “hora loca”, entre otros menesteres que en todo matrimonio que se precie debe, sí o sí, haber. De otro lado, si hoy los jóvenes no se casan, es porque a muchos les aterra el matrimonio o, en todo caso, lo rechazan, no quieren responsabilidades, compromisos o ni lo piensan como alternativa de vida. Es un hecho que muchos le tienen temor al comprometerse para toda la vida con una persona y, peor aún, el tener hijos y formar una familia. Es complicarse la vida, muchas responsabilidades y, eso de atarse con una persona “hasta que la muerte los separe”, ya hasta les suena cursi. ¿A qué se debe este temor? Lo primero que preguntaría a una pareja es si de verdad se aman. Muchos confunden la atracción física y más aún la sexual, con el amor. Muchos piensan de una manera egoísta porque no conocen el amor y lo que conlleva enamorarse. Solo se busca alguien “que me haga feliz” en lugar de uno mismo “buscar hacer feliz al otro” de tal manera que su felicidad sea mi felicidad.

De ahí entramos al tema del amor. ¿Conocen verdaderamente el amor hoy las parejas de jóvenes que se unen y más las que se casan? ¿O acaso quieres a esa persona hasta que “se termine el amor” y cambie de pareja, pues “ya no me hacía feliz”? El reconocido psiquiatra español Enrique Rojas define al amor humano como “un sentimiento de aprobación y afirmación del otro por el que nuestra vida tiene un nuevo sentido de búsqueda y deseo de estar junto a la otra persona”. El amor va evolucionando desde que se conoce la pareja, el enamoramiento, el conocerse poco a poco, deseando cada vez más vivir al lado de la otra persona. Muchos se quedan a la mitad del camino, otros no evolucionan y se quedan con un amor al nivel meramente físico de los primeros días de enamorados, pretendiendo que ese “sentimiento” de cosquillitas en el estómago, aceleramiento cardiaco y nervios, dure siempre, y no es así. El amor evoluciona, crece, se desarrolla. El amor basado solo en la belleza física nunca termina bien. Las personas envejecen y en el verdadero amor, se siguen amando y envejeciendo juntas. El “desear estar junto al otro” es una característica fundamental que define al amor. Amar a una persona es querer lo mejor para esa persona, buscar lo que esta quiere y lo que la hace feliz. Es buscar su felicidad en todo, por lo cual su felicidad será tu felicidad. Hoy esto se ha tergiversado, buscando cada uno egoístamente su propia felicidad, “quiero que me haga feliz”. sin darse cuenta que en el verdadero amor, la felicidad de la otra persona será tu felicidad. Los que han estado y están de verdad enamorados, comprenderán la verdad de esto. Los que solo buscan su propia felicidad, el placer, lo sensual, el sexo, el pasarlo bien mientras dure, no lo entenderán y por lo general, terminaran muy solos. De allí que, la verdadera felicidad no es posible sin el amor, un amor de entrega desinteresada hacia la otra persona, buscando siempre su felicidad.

Por último, en cuanto a la sexualidad, debemos partir de una realidad muy actual en donde el sexo, el “punto de vista sexual” y las relaciones sexuales, hoy predominan o pretenden dominar todas las relaciones humanas. Existe una especie de “idolatría del sexo”, con lo cual, el verdadero sentido del amor se ve tergiversado y, por qué no decirlo, vulgarizado, por no decir, aunque suene fuerte, casi prostituido. Una relación sexual sin amor auténtico hace de la otra persona un mero objeto de placer, se cosifica y minimiza a la persona, repito, como un objeto de placer. No se busca el bien del otro sino el goce por el otro. No se trata de amor verdadero, solo se ha utilizado o instrumentalizado a una persona, para el mero placer y satisfacción. Cuando luego de un tiempo, ello hastía, cansa, aburre o pasa la “novedad”, termina el “amor” y se va, como dicen en España, “a por otro ligue” o relación. En estas “relaciones”, la persona que utiliza a la otra es egoísta, un o una ególatra que solo persigue su propia satisfacción. Y no olvidemos algo fundamental: el sexo y la sexualidad es un medio, no un fin en sí mismo. Es algo maravilloso participar en la creación de un nuevo ser, esto es, los hijos. Cuando el sexo se desvincula de este su fin esencial, pierde sentido y su esencia fundamental, cayendo en el mero placer pasajero que tarde o temprano aburre y termina. Como bien concluye Enrique Rojas: “La sexualidad sin amor auténtico conduce a un vacío gradual que desemboca en hastío, indiferencia y escepticismo, es decir, una actitud descomprometida en exceso.”

En conclusión, los jóvenes no deben temer el matrimonio, el verdadero amor y la verdadera sexualidad. Una verdadera relación se afirma y consolida con el matrimonio, con un amor desinteresado hacia la otra persona y con una sexualidad en su sentido verdadero y profundo. No se arrepentirán. Alcanzarán la verdadera felicidad, no será fácil, puesto que nada es fácil y todo cuesta, pero no se arrepentirán. De allí que el matrimonio ¿Por qué no?

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