Qué preocupante ver que hay un sector de la población que no ha aprendido nada en medio siglo de historia. Cuando estaba en el colegio a finales de los años ochenta recuerdo haberme preguntado quién puede estar a favor de causar sufrimiento en la población a través de atentados y de bombas, así como de molestias a través de apagones y de otros actos de sabotaje al funcionamiento de la sociedad. Eventualmente leería entrevistas a defensores de terroristas explicando que el sentido de la protesta lo justificaba todo. Que cuestionar los apagones y los coches bomba era ser enemigo del pueblo, porque esos atentados eran por el pueblo y por consiguiente, estar en contra de los atentados era estar en contra del pueblo. Y si lo cuestionabas mucho, se molestaban y gritaban e insultaban y se tornaban violentos.
Ahí está el problema de pensar que el fin justifica los medios, pues. Que no importa nada, siempre y cuando tenga la razón. Puedo poner bombas, puedo paralizar a una ciudad, puedo obligar a otros a marchar conmigo. Todos los derechos de los demás quedan en un segundo plano, porque mi causa y mi razón y mis argumentos están por encima de todo lo demás. Y así no es la democracia, pues. Han pasado cuarenta años y aún no aprendemos que así no se resuelven los conflictos. Así no se construye un país.
Así solo se profundizan las zanjas que hay entre peruanos. Conflictos siempre van a haber, eso lo sabemos desde siempre. Lo que diferencia a los países civilizados de los países barbáricos es la forma cómo resolvemos esos conflictos. Si un vecino te perjudica de alguna manera, tú no tienes el derecho de ir a matarlo, como sí sucedía en la Islandia ocupada por vikingos. En una sociedad civilizada, vas a las autoridades y se arregla ahí, a través de normas y de reglas. Si te pica el ojo porque tu cuñado tiene propiedades que te gustaría tener, no puedes ir con una Colt 45 como en el viejo oeste y matarlo para apropiarte de todo.
En los últimos años del gobierno de Toledo tuvimos un incremento de las protestas con pliegos de reclamo kilométricos y cerrados a la negociación. En ese entonces las redes sociales aún eran incipientes, pero en entrevistas en medios podíamos apreciar que se regresaba a la idea de que tener razón te da derecho a perjudicar a otros: paralizar las vías, bloquear minas, tomar el control de puertos, etc. Es decir, el fin justifica los medios. Y por supuesto que tomar un puente en Chincha por un día no es lo mismo que poner un coche bomba. Pero el principio es el mismo: Yo me merezco chancar a los demás, porque tengo la razón. Que, por último, ni la tenían. Pero haberla tenido tampoco les daba el derecho de violentar los derechos de otros. De hecho, si ésa es su propuesta -la ley del más fuerte- no se quejen cuando después salgan las Fuerzas Armadas y causen mayor violencia.
Que tampoco hay que avalar, por supuesto. Sin embargo, cualquiera que sepa dos bytes de historia tiene claro que la violencia solo genera más violencia. Por eso debemos tener claro qué es lo que pasa con dos protestas recientes muy ilustrativas. Primero, la de la San Marcos para que haya nuevas elecciones promovida por un grupo de estudiantes de izquierda que ha estado perdiendo terreno en los últimos años y que se ha dado de cara con el hecho de que no representan al estudiantado de la decana de América. Y segundo, el llamado a boicotear la cumbre de APEC, un evento de inmensa importancia para el comercio exterior peruano.
Preguntar en redes sociales cómo el pedido de mayor atención por la seguridad ciudadana se logra bloqueando comercio exterior, solo lleva a la confirmación de que la seguridad ciudadana es lo último que le interesa a los que están promoviendo esta protesta. Si fuese un reclamo sincero, todos deberíamos apoyarlo. Pero más parece el típico intento de sabotearlo todo, que aquellos peruanos que tenemos más de cuarenta años conocemos muy bien. Una agenda oculta en el primer reclamo con sentido que se les cruza. Si la marcha fuese frente al Ministerio del Interior y quizás durante una cumbre de coordinación de seguridad de la Comunidad Andina, pf, quizás. Y eso.