OpiniónDomingo, 24 de noviembre de 2024
Condenados a ser libres: la angustia de decidir, por Juan Carlos Lynch
Juan Carlos Lynch
Comunicador y redactor

"El hombre está condenado a ser libre, porque una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace”, Jean Paul Sartre (libro: “El ser y la nada”).

Jean Paul Sartre (1905-1980), filósofo francés, uno de los pensadores más importantes del existencialismo, aseguraba que la libertad del hombre no es un privilegio, sino una carga. Según él, los hombres somos completamente libres, y con esa libertad viene una responsabilidad absoluta sobre nuestras elecciones.

“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, expresa un personaje icónico de Marvel. Y quizás, nada sea más poderoso que el poder de elegir quién queremos ser. Cada decisión que tomamos moldea nuestro destino, y con esa libertad viene el peso de construirnos con propósito.

Para Sartre, Dios no es un factor externo determinante en cuanto a las decisiones del hombre. El hombre es arrojado al mundo. Solo. Abandonado. Y, aquí se tiene que determinar. Nuestras elecciones nos definen. Pero, ¿cómo sé que elegir?

La condena de la libertad yace en la angustia de decidir. La angustia de elegir A y no B, o viceversa. Y, el no poseer una facultad cognitiva que nos lleve a previsualizar los hechos de cada camino. Frente a la dicotomía de elección, la libertad se traduce en desesperación, pero a su vez también en determinación. Porque al elegir un camino, se desplaza el otro.

¿Te has sentido abrumado por tener que tomar decisiones importantes? Has sido preso de la libertad y la angustiosa cuestión de la elección. El hombre, entonces, está en un constante devenir. Decide y se va definiendo. Porque las elecciones moldean hábitos y los hábitos suponen el carácter del hombre.

Si alguien, hoy mismo, elige tomar algo que no es suyo, como un acto volitivo (de la voluntad), libremente, está decidiendo el acto de robar. Pero, además está pasando de ser honesto a deshonesto. Su condición moral de hombre ha cambiado. Está dejando de ser por elección. Su elección ha determinado su esencia, aquello que es.

Y, no es por el objeto que se posee por el cual alguien se tiñe de ladrón. Más bien, es por la voluntad de ejercer la libertad en detrimento de otro. La libertad de expresar en la elección, en el acto, y dicho acto define al ser.

¿Qué hacemos con esa libertad? ¿qué hacemos con nuestra libertad? La dicha del hombre está en ser libre en cuanto a su actuar. El precio: la responsabilidad y sus consecuencias.

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