OpiniónDomingo, 24 de noviembre de 2024
Normalizando la idiotez, por José Luis Gil
José Luis Gil
Analista político y ex GEIN

Si se desea medir la decadencia social de nuestro país solo tenemos que echarle una mirada a su nivel de incultura y de su cada vez más creciente y masiva tendencia hacia la idiotez, que es la resultante de todos los males, entre ellas, la desnutrición, la falta de calidad de la educación, la corrupción y porque no, la poca inversión del Estado en materia de educación. Este fenómeno en crecimiento felizmente no es total porque aún tenemos heroicos sectores sociales que buscan salir de la oscuridad intelectual y académica, de la pobreza (y la pobreza moral) y de encontrar formas de progresar reinventándose todos los días para su sobrevivencia.

La aparición de Magaly Medina en la televisión hace casi 30 años, a quien se le fustigó por sus programas de “chismes” y “destapes” que alimentaban el morbo social por el descubrimiento de infidelidades, marcaron toda una época “éxitos” contradictorios entre gentes a favor y en contra del nuevo estilo que era más sofisticado que los programas del difunto Augusto Ferrando y Laura Bozo, claro. La diva “chola” con un lenguaje directo podría hacer “polvo” al más pintadito de la pantalla o de la vida política o social, hecho que le costó, incluso, ir a parar a la cárcel por haber difamado a un “famoso”. Pero hoy Magaly Medina es solo un “bebe de pecho” frente a la bosta de algunos medios digitales que tenemos que soportar.

Los “exitosos” showmens Jorge Luna y Ricardo Mendoza, dos personajes pintorescos, comunes y corrientes y sin mayores “pergaminos” académicos que se han convertido en nuevos millonarios con su programa “hablando webadas”, quienes incluso se han dado el lujo de llevar su show hasta el Madison Square Garden de New York en los EE. UU, es uno de los “males” que nos trajo el virus del COVID-19. Ellos aprovecharon el aislamiento social, se reinventaron y empezaron a vender un nuevo producto, de poner en pantallas charlas intrascendentes, groseras e inexplicablemente jocosas para algunos sectores. Bien por ellos; sin embargo, mal para la mayoría de peruanos que tenemos que soportar nuevos imitadores que para tratar de alcanzarlos en el umbral de la fama, no han tenido mejor idea que salir con todo y contra todos con el mismo estilo, y hasta peor.

A estos especímenes exitosos se han unido hace poco dos reputados periodistas que acaban de “asesinar” la decencia periodística, la objetividad y el respeto, lanzándose a los brazos de los “yaperos” y por unas cuantas monedas para atacar sin misericordia a gloriosas instituciones como la Policía Nacional del Perú, quienes dimos, damos y daremos la vida por nuestro país. Una falta de respeto inaceptable.

El más “peinadito” e irreverente, un ahora desconocido Christian Hudtwalcker, ha decidido ocultarse cobardemente bajo las faldas de la “libertad de expresión y de prensa” junto con un más prudente Augusto Thorndike, para perpetrar estos insultos. Este último, que ya se nos va cayendo, porque cada vez que se apagan las luces de “Contracorriente” sale a “prostituirse” a las redes sociales y ser el patético corifeo preferido del lenguaraz y disforzado Christian Hudtwalcker. Lamentable.

En un país con tantas carencias económicas nos parece surrealista que en nombre de la “libertad de prensa”, nosotros los consumidores, los ciudadanos, seamos hacedores de nuevos millonarios financiando personas que solo hablan “webadas” y que nada le aportan a nuestra nación. Lo único que hacemos al dar tribuna a quienes con insultos, diatribas y ataques arteros a las dignidades de personas e instituciones, como Christian Hudtwalcker, es contribuir a la desinstitucionalización del país. ¿Tendrán agenda oculta los señoritos boca sucia? Es posible.

Esperamos que por lo menos ofrezcan una disculpa a la institución policial y sus miles de familiares que son personas honestas y no merecen este agravio. Los miembros de la Policía Nacional, siempre estaremos dispuestos a dar la vida por todos los peruanos, como ya se ha demostrado en nuestra historia del Perú, y lo seguiremos haciendo. Sí se puede.

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