Es lamentable cuando un legislador pretende crear una ley para su propio beneficio. Es lo que muchas veces, desde la derecha, acusamos que hacen los parlamentarios de la izquierda peruana. Lamentablemente, esta vez, la falta de ética vino de “nuestro bando”. Sin embargo, la oposición se ha hecho sentir.
La Comisión de Justicia, como sabemos, ha admitido que se debata en el Pleno del Congreso el proyecto de Unión Civil de Alejandro Cavero (sí, en plena crisis económica y de seguridad, en el Congreso están son las reformas que toman importancia) el cual no es más que un artilugio para promover la insania de la banderita de colores en nuestra legislación. Un caballo de Troya, como dicen muchos.
Como bien lo dijo el colorido congresista “es el primer paso”. Y ese es justamente el problema. Con los progresistas siempre es igual, dales la mano y te agarran hasta el codo. La voluntad del legislador es clara: promover la agenda LGBT en el país, dado que según él “estamos muy atrasados”. Esto significa, entre líneas, que primero quieren la Unión Civil, después la adopción por parte de parejas del mismo sexo, luego atentar contra la familia con el “matrimonio igualitario”, hasta terminar en la demencia Woke que todos conocemos, con transiciones de género, mutilación de menores que se quieren cambiar de sexo y padres que terminan perdiendo sus derechos frente a sus hijos.
Todo disfrazado en el discurso de “amor” detrás de la Unión Civil. Así es como se ha degenerado todo lo promovido por este nefasto colectivo, que hoy el congresista de Avanza País pretende instalar en nuestro país.
Fue en Vermont, hace 24 años, que se legalizaron por primera vez las uniones civiles en Estados Unidos, todo con el mismo discurso que quieren inculcar aquí en el Perú, con un “trasfondo de inclusión y amor”. Poco más de dos décadas después, padres pierden la custodia de su menor hija en Montana por negarse a su transición de género. Todo bajo la protección y el flameo de la bandera de colores.
Es así como avanza la degeneración.
Asimismo, lo lamentable de la situación es que esta iniciativa va en contra de los principios de la mayoría de la población, siendo básicamente aplaudida solo por caviares y limeños. Más del 90 % de la población es cristiana, cuyos lineamientos y principios no se alinean con las ideas que se pretende promover desde el Congreso. Y un legislador, en su condición como tal, debe crear leyes según la voluntad del pueblo o para el pueblo, no para su propio peculio.
Con esto tampoco quiero entrar en confusiones. No es que la religión sea el factor a ponderar, sino los valores de la población, los cuales no son incongruentes con fines de este proyecto de ley, como las modificaciones patrimoniales que propone o la potestad de tomar decisiones médicas en caso de urgencia. El problema no está ahí, sino en cómo está planteado. Estos temas pueden solucionarse con otras reformas, modificando normas sucesorias, modificando la administración conjunta de bienes y la libre disposición del individuo en determinadas situaciones. La incongruencia se encuentra con que este proyecto de ley pretende imponer principios progresistas ajenos a la voluntad del peruano, abriendo las puertas a la demencia previamente señalada. Esa es la verdadera intención de esta posible ley, porque el legislador podría haber solucionado los problemas que plantea mediante una normativa que no imponga la Unión Civil, pero evidentemente no quiso, porque su agenda principal en este tema está con el progresismo, no con la ejecución de estos derechos.
Sin mencionar, además, que el mecanismo mediante el cual propone esta reforma -un proyecto de ley- no es la adecuada, dado que en realidad debería hacerse mediante una reforma constitucional, dado que afecta lo señalado en nuestra carta magna en su artículo 5. Sin embargo, en este caso, parece que la Constitución no les fue importante.
Hay temas válidos en este proyecto de ley que sí merecen la debida atención y modificación, como es en el caso de la disposición de los bienes patrimoniales, pero como se señaló previamente, estos pueden ser atendidos sin la necesidad de imponer al peruano la unión civil. Pero claramente lo que demuestra este proyecto es que “no lo hacen por el chancho sino por el chicharrón” y en el fondo lo que se pretende es dejar la primera laguna para imponer una agenda ideológica contraria a los valores de los peruanos. Lo que deja en evidencia a sus promotores.