OpiniónDomingo, 8 de diciembre de 2024
Del arte de conducir por Lima y no morir en el intento, por Alfredo Gildemeister

Pareciera que, de un tiempo a esta parte, los alcaldes de los diversos distritos de Lima -incluyendo a nuestro siempre ejecutivo alcalde de Lima- se hubieren reunido en una especie de cónclave, con el propósito de coordinar y decidir la mejor forma de joder -y perdonen el francés- a los ciudadanos limeños, en estas semanas de vísperas de navidad. Como es de todos conocido, el mes de diciembre es un mes muy complicado y estresante debido a que la gente comienza a prepararse para la celebración de la navidad. Para ello, todo el mundo se vuelca a las calles a mirar tiendas y ver qué cosas puede comprar para regalar a sus seres queridos, amigos, etc., incluyendo los regalos que hace el Niño Dios a los niños, y no menciono a Papa Noel, pues para mí la navidad es de Jesús. Y es en este momento en donde comienza el martirio para todos. Salir en tu automóvil en estas épocas navideñas, constituye hoy –y no exagero- todo un acto de heroísmo y riesgo extremo. Al menos, les contaré mi experiencia recientemente vivida y sufrida en carne y hueso. Armándome de coraje -se recomienda tomar antes una tableta de Sanax y media botella de agua de Azahar- decidí salir en mi camioneta a ver tiendas a Miraflores, total, la época fuerte comienza a partir del 15 de diciembre, cuando la gente ya sale ahora sí a comprar, con plata en el bolsillo, luego de haber cobrado la “grati” de navidad.

Ni bien había avanzado dos cuadras cuando me encuentro con una caravana de vehículos avanzando a 10km. por hora, esto es, a paso de tortuga. Se iniciaba el Vía Crucis, ¡Qué viva el espíritu navideño! Armándome con la “santa paciencia” -como diría ese gran actor que fue don Alex Valle- me dispuse a avanzar lentamente. “En algún momento llegaré. ¡Ánimo! No pierdas la fe”, me dije. Muchos optamos por apagar el motor para no gastar inútilmente combustible. Dicho sea de paso, también se recomienda rezar para que no te agarre una balacera o no se te acerque nadie con pistola en mano para asaltarte. Palpé mi enorme cuchillo de cacería que llevo al costado del asiento, por si acaso. Mi pistola la dejo en casa. Aún no estoy dispuesto a matar para defenderme. Es un tema mental. Uno nunca sabe. Luego me pregunté, ¿Cuántas horas hombre y combustible se perderán tontamente con este “tráfico”? Prendí nuevamente el motor. Avanzamos unos pocos metros -por no decir centímetros- y… ¡horror! Fue en ese momento cuando me encontré con un edificio en construcción, obra que ocupaba con total desparpajo, todo un carril de la pista con camiones volquetes gigantes y mezcladora de cemento incluido. ¡Aquí me aplastan, pensé! ¡Cuello de botella general! ¡Qué no cunda el pánico! Recordé que cuando era más muchacho, una obra de construcción nunca se posesionaba literalmente de un carril de la pista. Sin embargo, hoy está de moda y las obras en construcción lo hacen, causando congestión en el tráfico. He visto incluso calles cerradas por una grúa gigante vaciando concreto en una construcción. ¡Increíble! Me percaté que al menos a lo largo de cinco cuadras, había una obra en construcción en cada cuadra. ¡Que vivan las construcciones! Con paciencia pasé las obras y a los trabajadores con sus letreritos de “pare” y “siga”.

Fue en ese momento que lo vi. Con terror y angustia abrí bien mis ojos, y pude leer el nefasto letrero que decía “Desvío”. Y a continuación: “Calle cerrada”. Solo te quedaba seguir resignado y sometido a la caravana de autos, camionetas, combis, autobuses y cualquier cantidad de motos, como cancha. Automáticamente -casi por acto reflejo- estoy seguro que todos los conductores recordamos a la madre y demás familiares del alcalde del distrito en donde me encontraba. En el colmo del cinismo y el masoquismo, seguidamente me encontré con otro letrerito que decía: “Aquí se construirá la obra que tú pediste”. ¡Carijo! “¡Si yo no he pedido nada!”, pensé. La “obra” consistía en rascar la capa de asfalto de la pista en varias cuadras -la quinta o sexta capa de asfalto puesta en los últimos ocho o diez años- para poner otra mini capa de asfalto y luego pintar las rayitas blancas encima bien bonitas. ¡Y hasta el próximo año! Cada alcalde de turno deja su propia capa de asfalto. Es conmovedor. Y si no es asfalto, nos ponen en los cruces de calles esos ladrillitos rojos -especie de burda imitación de adoquines al mejor estilo de ciudad europea- que se salen al poco tiempo por el paso de los vehículos. ¿Quién se estará forrando en dinero con estos ladrillitos? Están por todo Lima. ¡Menos mal que no se les ocurrió poner más semáforos! En fin. “Todo un maquillaje urbano -pensé- pero nada para los próximos sesenta años”. ¿Por qué no se construyen nuestras pistas y carreteras con concreto armado y acero, como en los Estados Unidos o en Europa, y así tenemos una pista que nos dure al menos cincuenta años? ¿A qué viene esa manía de seguir parchando y maquillando cada año - ¡hay que gastar como sea y en lo que sea el presupuesto anual! - pistas con asfalto, elemento blando y frágil que no dura ni un año, ante el paso de camiones, buses y demás vehículos? Basta ver la “autopista” Ramiro Prialé en su “nueva etapa”: tierra aplanada con una delgada capa de asfalto encima. Hoy ya está con sendos agujeros, baches, cráteres, etc. (casi podría ser considerada carretera de trocha en varios sectores). Lo barato (asfalto) sale caro, señores, salvo que… esto se haga adrede para beneficio de algunos. El asunto fue que, por el módico desvío, me tomó media hora volver a mi ruta normal. Sólo en Miraflores, por mencionar dos ejemplos, las avenidas comandante Espinar y del Ejército, están en obras. ¡Caos total! ¿A qué genio se le ocurrió hacer obras en estas avenidas -por no mencionar las calles y avenidas cerradas- en plena época navideña? ¿No saben las autoridades que el tráfico vehicular y peatonal -pues también las obras perjudican a los peatones que no tienen literalmente por donde caminar o cruzar una calle ante una obra- se incrementa tremendamente en estas épocas?

En un acto de heroicidad supina, decido rápidamente ingresar a la Vía Expresa (Paseo de la República hoy Luis Bedoya Reyes). ¡Craso error! Me encuentro con una procesión de vehículos detenidos. ¿Qué sucedía? Habían cerrado la Vía Expresa a la altura de la subida de Diez Canseco. A todos no nos quedaba otra alternativa que utilizar esa salida. Una hora de tiempo me tomó este inconveniente. ¿Cuál era la razón del cierre? Estaban pintando las paredes de la Vía Expresa… ¡En plena hora punta! ¿Quién fue el genio que ordenó esto? ¿No pueden acaso pintar estas paredes sólo entre las 11 de la noche y las cinco de la mañana como se hace en los países civilizados? ¿Amerita por un simple pintado de paredes originar todo un caos en tan importante vía? Un amigo me comentaba por el celular mientras esperaba, que en otras zonas de la Vía Expresa habían cerrado hasta dos carriles. ¡En plena época navideña!

En conclusión, amigos lectores, solo nos queda armarnos de mucha paciencia, tolerancia y ser conscientes que vivimos en el país de “Nunca Jamás” como Peter Pan, en que la eficiencia, la capacidad, la consideración hacia el prójimo y el sentido común, no los verás “jamás” y brillarán por su ausencia. Definitivamente, en este “país de las Maravillas”, en que todo funciona al revés, todos somos “Alicias” y ¡a sufrir se ha dicho! Si tiene un helicóptero, ala delta, parapente o algo parecido, utilícelo. ¡Qué viva el tráfico limeño prenavideño! Definitivamente uno debe ser un paciente artista del volante para conducir por Lima… ¡y no morir en el intento!

PD. Se recomienda no tocar bocina -no logra nada, altera más los nervios y el estrés- y sí practicar Tai Chi, sumo o meditación yoga al volante. Es lo más saludable…

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/49m0YNU

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu