Hace un par de semanas, asistí a la presentación del libro “Globalismo” de Agustín Laje. El auditorio de la Universidad Esan estaba lleno a rebosar, y que conste que era un sábado en la mañana. Se sentía mucha expectativa en la gente. Algo que me llamó la atención fue la gran cantidad de jóvenes que asistieron. Precavidamente, para evitar el terrible tráfico, llegué temprano a la presentación y coincidí con Agustín Laje que también llegaba a la presentación. Conozco a Agustín desde hace unos años, desde la primera vez que vino a Lima a presentar y difundir el excelente libro que escribiera con Nicolás Márquez: “El libro negro de la nueva Izquierda”. Pudimos conversar unos minutos y ponernos al día en los problemas y asuntos que nos preocupan de la actualidad mundial y la corriente globalista que se nos quiere imponer a todos.
Algo que puedo decir con toda seguridad de Agustín es que su mente maneja de una manera sorprendente y con claridad, toda una diversidad de conceptos, teorías, doctrinas e ideologías, que por más complejas que puedan parecer para el común de las gentes, Agustín las explica de una manera fácil, sencilla y muy didáctica, lo cual hace que todos lo entiendan. Sus exposiciones son magistrales, manejadas con una lógica y un desarrollo establecidos de tal manera, que el oyente -y también el lector de sus libros- pueda entender con total claridad las ideas y conceptos expresados. La presentación duró dos horas con quince minutos, que no se sintieron para nada.
Agustín explicó al público asistente desde un principio en qué consiste el globalismo y su diferencia con el término globalización -que hace más referencia a la economía mundial actual-, con el cual el término globalismo nada tiene que ver. Por globalismo se entiende -en palabras de Agustín- a “un régimen político que convierte a la totalidad del globo en un teatro de operaciones, y que se consolida mediante la sustracción de la soberanía nacional en favor de entidades supranacionales”. Estas entidades u organizaciones supranacionales no tienen un territorio, patria, pueblo, nación, no son un Estado. Estos organismos supranacionales, por un lado, son organismos internacionales de derecho internacional público por lo general, ya sea la ONU, la OEA, la OMS, la OCDE, la CIDH, etc. pero, de otro lado, también están conformadas por toda una diversidad de organizaciones no gubernamentales privadas, multimillonarias, -más conocidas como ONG´s- que además actúan con total libertad y sin control alguno, y, por qué no decirlo, también las hay como especies de entidades híbridas público -privadas. Estas organizaciones supranacionales también se autodenominan “foros globales”.
¿Cuáles serían las funciones u objetivos de estos organismos supranacionales? El tratar de imponer una ideología globalista por el cual el mundo debería ser gobernado por instituciones de carácter global, también denominado por éstos como “gobernanza global”. Así de simple y claro. Surgen por tanto nuevos conceptos como el de “ciudadanos globales” en donde el pueblo, la patria o el territorio no interesan. Estos conceptos de los siglos XVII y XVIII (desarrollados por Locke, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, etc.) para los globalistas, están desfasados. El ciudadano común ahora es el “ciudadano global” y debe someterse, por tanto, a lo que le parezca mejor a estos organismos supranacionales que hoy buscan controlar el mundo y a los diversos estados o países que conforman el mundo global. En todo caso, como bien señala Agustín en su libro y lo explicó muy bien en su presentación, solo Hobbes se salva de este “globalismo” al haber de alguna manera “predicho” el globalismo y el poder global que somete a los estados en el mundo, en su obra “Leviatán” de 1651. Como se puede apreciar y suponer, la soberanía de los diversos Estados en el mundo, así como las democracias, se verían sometidas a este gran “Leviatán”, que es el globalismo y su poder global impuesto por los diversos organismos supranacionales de toda clase, como ya se mencionó.
En resumen, como bien señala Agustín, el globalismo “es el más ambicioso proyecto de poder político jamás visto. Desborda toda frontera, real o imaginaria; traspasa tanto la geografía como la cultura, hasta convertirlas en algo irrelevante; subordina al Estado nación, la organización más característica de toda nuestra modernidad política; subvierte todos nuestros dispositivos de limitación de poder, tales como la división de poderes, la representación democrática y la publicidad de los actos gubernamentales; postula nuevas formas de legitimación del poder basadas en la tecnocracia y en la ‘filantropía’, es decir, en el gobierno de los ‘expertos’ y los multimillonarios que ‘aman’ a la ‘humanidad’; por todo esto, deja a las naciones fuera del juego político, estableciendo de arriba abajo agendas uniformizantes e imponiendo ideologías disolventes”.
A modo de ejemplos, podemos mencionar la imposición e injerencia que demuestra sobre nuestro Poder Judicial, Tribunal Constitucional y el Congreso del Perú, un organismo supranacional como lo es la Corte Interamericana de los Derechos Humanos – CIDH-, que insistentemente busca imponernos sus absurdas resoluciones e ideologías de izquierdas, pasando por encima de la soberanía del Estado Peruano y sobre nuestro poder Legislativo y Judicial. Así mismo, recientemente tenemos la presión de diversos organismos supranacionales privadas u ONGs, apoyadas inclusive por algunos congresistas de los Estados Unidos, para impedir la creación de un organismo público en el Perú -como una superintendencia, por ejemplo- que controle y fiscalice los fondos manejados e invertidos por toda una diversidad de ONG’s en el Perú, cuyos orígenes sea dudosos y sus destinos ilegales inclusive.
Lamentablemente, hace casi tres meses, el gobierno peruano -calladamente, sin consultar a nadie, ni siquiera al Congreso de la República y menos al pueblo peruano, sin ningún debate previo- suscribió la denominada “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, también llamada el “Pacto del Futuro”, camino a la Agenda 2045, de la Asamblea de las Naciones Unidas, que supuestamente trataría de un plan de acción a favor de todas las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Como se puede apreciar, sus objetivos son aparentemente nobles y válidos. La referida Agenda plantea 17 “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS), con 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental, como, por ejemplo, el fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad, etc. Lo mejor del caso es que las soberanías de los Estados como el Perú, quedaría sometida totalmente a los ODS, elaborados por 87 personas que nadie en el Perú conoce ni eligió. La improvisada presidente Boluarte así lo decidió y ordenó a su improvisado canciller Elmer Schialer, suscribir y comprometer al Perú en esta agenda globalista aparentemente con fines nobles y humanistas. Diversos países votaron en contra y otros ni participaron en la votación. Entre estos últimos se encuentra Argentina. Su presidente Milei mandó valientemente al diablo dicha agenda y decidió no votar y quedar al lado de toda una lista de países que no participaron en la votación del “Pacto para el Futuro” impuesto por el globalismo.
En conclusión, recomiendo leer el excelente libro de Agustín Laje “Globalismo”, pues se trata de un problema actual en donde día a día, se puede apreciar la clara intención de los organismos supranacionales, de imponer el globalismo, el pensamiento único de izquierda, un gobierno único, una religión única, un concepto de familia único, la ideología de género, etc. en pocas palabras: el claro control global de los Estados por ciertos organismos internacionales. Un sometimiento de los países que han suscrito este “Pacto del Futuro”, a una especie de gobierno global que impondrá su voluntad y su “visión” de futuro a todo el mundo. De nosotros dependerá que se respete nuestra soberanía y nuestra democracia.