Perú enfrenta una crisis profunda, inestabilidad política, debilitamiento institucional y tensiones sociales que afectan la vida pública, mostrando los peores índices democráticos de la región. Los resultados del informe del Latinobarómetro 2024 reflejan un panorama preocupante que sitúa al país por debajo del promedio regional en múltiples indicadores, revelando una desconexión entre las instituciones democráticas y la ciudadanía. La coyuntura política, económica y social que desencadena estos resultados, despierta las alarmas en América.
El Latinobarómetro 2024 revela una desconfianza en las instituciones democráticas peruanas, ubicándolas en su punto más bajo. La confianza en la presidenta Dina Boluarte alcanza apenas el 10%, por debajo del promedio regional del 22%, pero no llama nuestra atención considerando la última encuesta de DATUM que le otorga 3 % de aprobación. Solo el 7 % de los peruanos confía en el Congreso, posicionándolo como el más deslegitimado de la región. El sistema judicial enfrenta un grave descrédito con 11% de confianza. Esta desconfianza generalizada refleja una percepción de corrupción sistémica y una desconexión entre las instituciones y las necesidades ciudadanas.
En un país donde todos los expresidentes vivos han sido acusados o condenados por corrupción, se refuerza la idea de que las élites políticas utilizan el poder para beneficios personales. La relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, caracterizada por choques constantes, paraliza reformas que dejan al país sin un rumbo claro. El Congreso, actor clave en esta crisis, enfrenta una reputación de ineficaz y conflictivo, percibido como un órgano que prioriza intereses particulares sobre el bienestar del país.
El Latinobarómetro muestra que más del 90 % de los ciudadanos siente que el Congreso no los representa, desconexión que agrava la crisis democrática. La percepción de que el voto no tiene impacto real, ya que solo el 57 % cree en su utilidad, refuerza la apatía política. Además, el 61% de los ciudadanos cree que las elecciones son fraudulentas, socavando la legitimidad del sistema electoral.
El apoyo a la democracia disminuyó al 44%, por debajo del promedio regional del 52%, reflejando una crisis de confianza en el sistema democrático exacerbada por la preocupante indiferencia al régimen ya que un 30% de los peruanos se muestra indiferente entre vivir bajo una democracia o un régimen autoritario, superando ampliamente el promedio regional del 22%. El descontento se refleja también en la satisfacción con la democracia: solo el 19% está satisfecho con su funcionamiento, con un promedio regional del 30%.
El descontento democrático está impulsado por factores económicos y sociales. La percepción de una distribución injusta de la riqueza alimenta el descontento social. Aunque algunos sectores de la población muestran optimismo personal, con 45% que cree que su situación económica mejorará, solo 14% evalúa positivamente la economía nacional. La realidad, con 70 % de la fuerza laboral trabajando en condiciones informales, limita el acceso a derechos sociales, perpetuando la inseguridad económica. Las comunidades rurales e indígenas, históricamente marginadas, demandan inclusión y justicia social, generando ciclos de protestas.
Los partidos políticos carecen de arraigo social e ideologías definidas, llevando a un sistema fragmentado y disfuncional, dificultando la formación de consensos, fomentando la polarización. Además, la rotación constante de presidentes –seis en seis años– crea vacíos de poder, limitando la capacidad del Estado para implementar necesarias reformas.
La realidad en Perú muestra un caso preocupante de cómo la desconfianza en las instituciones, corrupción y desigualdades pueden erosionar una democracia. Los resultados del Latinobarómetro son una llamada de atención para abordar con seriedad las fallas estructurales y reconstruir la confianza ciudadana.
En este escenario, indicadores macroeconómicos, como la moneda más estable de la región, contrastan con la realidad democrática, llevando al analista político Andrés Oppenheimer a afirmar que “Perú crece de noche, cuando los políticos duermen”. Aun así, el Perú necesita reformas profundas en sus instituciones políticas, un sistema de justicia independiente y compromiso con la equidad social. Solo así podrá revertir esta espiral descendente y recuperar su lugar como democracia funcional.