OpiniónDomingo, 19 de enero de 2025
Segunda vuelta, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

Este lunes 20 regresa Trump a la Casa Blanca, algo para muchos inesperado e inimaginable. En realidad, la posibilidad siempre estuvo presente, pero el apasionamiento que su figura provoca y la campaña monocorde de la prensa tradicional proyectaron una realidad que nunca fue.

En primer lugar, el primer período de Trump fue bastante exitoso, contrariamente a lo que buena parte del periodismo vendió. Hubo crecimiento económico y una relativa estabilidad internacional.

Rusia se mantuvo dentro de sus fronteras, a diferencia de lo que ocurrió con Bush y Obama. Irán se vio arrinconado y debilitado. Se propició un fructífero acercamiento entre Israel y los países del Golfo Pérsico y Marruecos quienes hicieron la paz con Israel mediante los Acuerdos de Abraham, excepto Arabia Saudita que se mantuvo al margen sin sabotear y colaborando por la cuerda baja.

Respecto de China, la retórica de Trump obligó a que se abrieran los ojos frente a una potencia cada vez más agresiva, entusiasta practicante del mercantilismo del más viejo cuño y de la suma cero. A partir de lo ocurrido con el Virus de Wu Han, fue imposible seguir cerrando los ojos.

Presionó a sus aliados de la OTÁN a incrementar su gasto en defensa e insto a que se aparten de su dependencia energética del gas ruso. Alemania no sólo no lo quiso hacer, sino que acentúo el problema al cerrar sus centrales eléctricas nucleares. El supuesto alfil de Putin, en los hechos adoptó políticas que lo contrariaban, incluyendo proveer de armas de Ucrania y apuntalar militarmente a Polonia.

En el ámbito interno, fortaleció la producción de hidro carburos, con evidentes beneficios macroeconómicos, pero también geopolíticos. Una mayor producción de gas y petróleo disminuye el poder ruso y de los países del Medio Oriente. Una forma muy efectiva de contrariar a Moscú es inundar el mercado de gas y petróleo. En otros ámbitos, aprovechando torpezas tácticas demócratas, logró que la Corte Suprema tenga una mayoría clara conservadora y dejó muchísimos jueces federales confirmados. Esto seguirá teniendo consecuencias por mucho tiempo más.

Donde falló es en el manejo de su discurso y en ejercer un adecuado control de los resortes del estado. La burocracia, profundamente hostil, lleno de escollos su camino y Trump no encontró manera de vencerlos.

Aunque el carácter del personaje es evidente, algunas cosas, habrá aprendido. La primera es que debe tener un mayor y más efectivo manejo de los resortes del estado. Si desea tener éxito no puede enfrascarse en luchas con la burocracia enquistada en el estado. Debe encontrar la forma de hacerlos irrelevantes.

Un segundo factor distinto, enorme, es el ambiente en el que asume el poder. En enero de 2017, nadie entendía que había pasado. Trataron a Trump como una aberración de la cual se liberarían rápidamente. Ahora las cosas son distintas. Su triunfo no fue aberrante ni una travesura del Colegio Electoral como en el 2016. Está vez el entorno es decididamente distinto. Los excesos del progresismo han agotado a un amplio sector de la población que están positivamente hartos de tanta frivolidad e irresponsabilidad. Muchos millones de estadounidenses que no votaron por él, están más que dispuestos a darle una segunda oportunidad y son poco proclives a apoyar intentos de socavar su mandato o buscar pseudo pretextos constitucionales para cortarlo.

Los incendios en Los Ángeles, con independencia del efecto político en California, dominada por el Partido Demócrata desde 1992, desnudan la ineptitud del progresismo, que privilegia cualquier criterio para los cargos públicos que no sea la preparación, aptitud, capacidad y competencia. O sea importa la raza, orientación sexual, sesgo político, pero condiciones físicas mínimas para ser bombero o conocimiento de materias altamente especializadas son intranscendentes.

Finalmente, hay otro factor enorme que ha cambiado radicalmente. La prensa tradicional no sólo ha visto ahondado su desprestigio, convertida en mera vocera del Comité Nacional Demócrata, en el mejor de los casos, sino es de sus sectores más demagógicos e izquierdistas. Las redes sociales, empezando por el antiguo Twitter, ahora llamado X, están abandonando su inexplicable izquierdismo, han dejado de censurar y suprimir posiciones y opiniones de derecha y están dotando de amplificadores a muchos nuevos líderes de opinión que no eran honrados con sinecuras en CNN y en otras cadenas televisivas.

El cambio de rumbo que inició Musk esta encontrando seguidores. Mark Zuckerberg, en una movida llena de oportunismo, ha dado un giro de ciento ochenta grados, reconociendo la durísima presión que recibió de la Casa Blanca, a la que graciosamente sucumbió, para suprimir opiniones en el sentido que las vacunas del COVID no prevenían el contagio, algo que a la postre se demostró es cierto. También ha eliminado “moderadores” de contenido, terceros supuestamente neutrales que suprimían publicaciones catalogadas de desinformación que invariablemente eran opiniones o críticas de personas de derecha.

Todos estos elementos marcan un inicio de gobierno muy distinto. Por lo pronto, sus amenazas han servido para que Hamas libere rehenes antes de su llegada a la Casa Blanca. La retórica sobre Groenlandia esta íntegramente dirigida a la contrarrestar la influencia y presencia china, más que a un designio neo imperialista decimonónico, como el que llevó a la guerra con España de 1898. Washington no quiere chinos en el Ártico de la misma manera que Kennedy no quiso misiles rusos en Cuba. La diferencia son las formas tan particulares de Trump y el momento, en que lo obvio y evidente tan a menudo se oculta.

El Partido Demócrata esta confundido y la era Obama parece concluida. A Estados Unidos le beneficiaría mucho que los demócratas desanden el camino a la izquierda y busquen nuevamente representar a los sectores desfavorecidos de la sociedad, como era en la época de FDR, Roosevelt, Truman y Kennedy. En ese entonces los demócratas representaban sólidos valores gringos, desligados del corporativismo y planteaban un interesante contra punto con los republicanos, logrando generar un consenso político básico que le dio estabilidad y progreso a su país.

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