OpiniónDomingo, 26 de enero de 2025
Cuando ir en bus a Cusco era para valientes, por Hans Rothgiesser
Hans Rothgiesser
Economista y periodista

Los scouts alrededor del mundo tienen la tradición de juntarse cada cierto tiempo en un lugar y acampar juntos. A esto le llaman Jamboree. Puede tratarse de un Jamboree Mundial, de un Jamboree Nacional, de un Jamboree Panamericano. Los Jamborees Nacionales peruanos solían ser un evento notable que era mencionado en los periódicos y que implicaba cientos de jóvenes movilizándose a una región en especial. Eso era antes, por supuesto, cuando la organización central del movimiento scout en el Perú estaba en manos de gente capaz y preparada. Hoy en día ni siquiera los scouts mismos se enteran de que se viene un Jamboree Nacional o en dónde irá a ser. Y para el bajísimo número de inscritos que hay en estos días, no sé si valga la pena seguirlos haciendo.

En 1996 hubo un Jamboree Nacional en Arequipa. Yo participé como dirigente. Cuando acabó, dejé que mi grupo regresara a Lima en el bus que habíamos alquilado para participar del evento. Después de todo, yo no era el jefe de la delegación, como el jefe de la delegación se preocupaba en repetírmelo constantemente. Este pobre diablo que necesitaba decirlo una y otra vez para que lo tomemos en serio fue luego viceministro de economía durante el gobierno de Ollanta Humala, un detalle que no menciona en la bio con la que se presenta, como suele ser el caso de los que fueron funcionarios de alto vuelo de ese gobierno, bajo la esperanza de que no nos preguntemos cuándo habrá sido. Oh, menciona que fue viceministro, por supuesto. Pero no pone los años.

Luego de embarcarlos, me dirigí al Terrapuerto de Arequipa, que era de donde salían los buses a Cusco. En ese entonces no había las carreteras asfaltadas que tenemos hoy. En ese entonces el tramo Arequipa - Cusco en bus era para valientes. No era una experiencia para cualquiera. Para empezar, era una ruta que las agencias de transporte terrestre formales no hacían. Ormeño, Cruz del Sur y similares no la cubrían, porque la calidad del camino de tierra era tan deficiente, que depreciaba al bus. No obstante, había demanda por ese servicio. Entonces, como suele ser el caso, los mecanismos de mercado intervinieron para generar los incentivos para que haya un segundo óptimo: agencias de transporte de menor calidad que sí te llevaban. Pero de noche. Era un servicio que salía en la tarde, de tal manera que la mayoría del camino ibas durmiendo. O intentando dormir, en todo caso.

Como había mucha demanda, pero poca oferta -pocas agencias dispuestas a destruir sus buses para llevar pasajeros a Cusco-, las unidades salían repletas de gente. Es más, las agencias brindaban tres tarifas: una para ir sentado en asiento, otra para ir sentado en el suelo del pasillo y la más barata para ir parado. No hay que olvidar que éste era un viaje de varias horas y de mucho movimiento. Y si alguien que había pagado para ir parado cometía la osadía de sentarse, era alcanzado de inmediato por el cobrador para que se pare. En una ocasión uno de estos cobradores me explicó que a él le cobraban la diferencia si era detectado que él había dejado sentarse a alguien que había pagado para ir parado.

Eso era la experiencia de ir en bus de Arequipa a Cusco en esas épocas. Cuando institutos de investigación en los años noventa insistían en la necesidad de cerrar la brecha de infraestructura se referían a esa situación. Una deficiencia que era sufrida por los que hacíamos esos viajes todo el tiempo y no teníamos plata para hacerlo siempre en avión. Lo que tenemos hoy en día dista mucho de ser ideal, pero dista más aún de ese país en ruinas en el que teníamos que sobrevivir hasta que se aplicaron las reformas que nos cambiaron las vidas. Andar por ahí diciendo que estamos igual o que la constitución actual empeoró todo es maliciosamente mentira.

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/49m0YNU

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu