OpiniónDomingo, 9 de febrero de 2025
Las maneras de Trump, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

Hace quince días comparaba el momento que vive Estados Unidos con una contrarrevolución, una reacción violenta contra los cambios políticos, sociales y culturales que de manera vertiginosa se han precipitado durante la última década.

Esta realidad contrarrevolucionaria se complementa con los modales y peculiares maneras de Trump. Se han escrito libros sobre su particular estilo negociador, implementado primero en el negocio inmobiliario, donde de manera grandilocuente plantea demandas (supuestamente) extremas e irrazonables para luego lograr las condiciones que efectivamente desea. Esto puede ser problemático en el campo de la política internacional pues una cosa es lidiar con bancos, constructoras o fondos de inversión y otra muy distinta con países y naciones soberanas, cuyas memorias son distintas. En especial si repite mucho la estratagema.

En las escasas tres semanas que lleva en la Casa Blanca acumula multitud de ejemplos. Con Méjico y Canadá obtuvo rápidamente las concesiones políticas que deseaba: que los gobiernos de esos países tomaran con mayor seriedad, en particular del primero, el combate al narcotráfico y la seguridad fronteriza. Dado los guiños constantes entre el expresidente AMLO y los carteles mejicanos y la continuidad política de su aliada y sucesora la señora Sheinbaum, no resulta descabellado su reclamo. Respecto de Canadá, más pareciera que el factor dominante es el deseo de humillar a Trudeau y su partido político.

En el caso de Panamá, el objetivo es clarísimo: Limitar la influencia de China por medio de sus empresas, la gran mayoría de ella estatales y por ende sujetas al control final del Partido Comunista Chino.

Siguiendo con América Hispana, en el caso del Perú, la posición de Estados Unidos es la misma, preocupación respecto de China y deseo de recuperar espacio perdido, algo que en realidad viene de más atrás, pero que recién ahora se muestra con claridad.

En el Medio Oriente las declaraciones de Trump respecto de Gaza son, en primera instancia, desconcertantes. Sin embargo, emerge una interesante lógica luego de un examen más cercano.

Lo primero que llama la atención es que Netanyahu aceptó, súbitamente, condiciones que en apariencia eran las que buscaba imponerle Biden respecto de Gaza. Sus aliados políticos, que amenazaron con traer abajo al gobierno negándole la mayoría parlamentaria, también las aceptaron. Alguna razón habrán tenido.

Pues bien, la razón se evidenció a las pocas semanas, al demandar Trump a los vecinos de Israel que se encarguen de los gazatíes, ya que habitan una zona de guerra, desnudan una verdad: nadie los quiere. Tanto Egipto como Jordania están muy cómodos con la situación actual en la que los supuestos carceleros residen en Tel Aviv y no en El Cairo o Amman.

Existiría además un segundo motivo: EE.UU. pretendería trasladar su base militar ubicada en Qatar (que juega a dos mejillas con el extremismo islámico). Una movida de este tipo neutralizaría las ambiciones de Erdogan para resucitar el Imperio Otomano, bastante fortalecidas por la caída de Assad en Siria. Aquí tendría intereses en común con Rusia, con y sin Putin, pues Moscú jamás querrá una Turquía demasiado empoderada en su flanco.

Volviendo al Perú y nuestro rincón del mundo, no podemos menospreciar la importancia de lo ocurrido con USAID. Se ha evidenciado sus enormes gastos. Algunos, frívolos como el financiamiento de comics LGTB en el Perú u obras de teatro con argumentos sobre el transexualismo en Colombia hasta otros ya inexplicables. Resulta que el USAID, muchas veces a través de ONG intermediarias, ha financiado grupos políticos con agenda antioccidental, anticapitalista y de inspiración marxista. Resulta también que habrían repartido dinero a borbotones a medios de prensa, no sólo en el Perú sino en todo el mundo.

Trump, por razones políticas, está actuando unilateralmente mediante actos presidenciales. El problema es que muchos de estos gastos tendrían origen en leyes del Congreso, por lo que le espera complicadas e inciertas batallas legales.

Una gran ventaja de nuestro tan denostado sistema constitucional es que incluye normas para contener la tendencia de los estados a la incontinencia fiscal (desde la Constitución de 1979). La principal de ellas es que el Congreso y sus integrantes no tienen iniciativa en gastos y no pueden proponer leyes que irroguen gastos al presupuesto público.

En EE.UU. la cosa es distinta. Los representantes de cada circunscripción negocian con sus colegas y con la Secretaría del Tesoro la inclusión de partidas de gastos para algún proyecto, desde fondos para una parroquia o colegio local hasta algún lobby de un empresario de la zona. Un gigantesco toma y da acá. Los Senadores hacen lo propio a nivel de cada estado. Entonces, muchos de estos gastos son el resultado de estas negociaciones, por lo que, dentro de unos meses, podría haber interesantes repercusiones cuando acuerdos políticos de larga data dejen de funcionar.

En todo caso, Trump esta propinando una serie de shocks al sistema, algo que hasta cierto punto debemos celebrar. La gran interrogante es cuando será el momento en que los modales de Trump le juegan claramente en contra. Internamente, la Corte Suprema, a pesar de tener mayoría una sólida conservadora, no lo acompañará incondicionalmente.

A nivel internacional, pasado cierto momento, en especial si las exigencias subyacentes cambian, la oposición que enfrente crecerá. Una de las grandes debilidades chinas es justamente esta: despierta oposición por donde va.

Veremos como Washington maneja estas nuevas e inesperadas dinámicas.

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