El proceso electoral se acerca a gran velocidad, y el Perú enfrenta desafíos que exigen atención y cambios urgentes. En este contexto crucial, El Reporte conversó con el expresidente del Tribunal Constitucional, Ernesto Álvarez Miranda, para analizar el rumbo que debería tomar el país de cara a los próximos comicios. ¿Qué reformas son necesarias? ¿Cuál es el camino correcto para fortalecer nuestra democracia? Descubre sus reflexiones y propuestas en esta entrevista clave.
Estamos próximos a las elecciones de 2026 y el país afronta una dura crisis política y sistémica. ¿Cómo percibe usted este panorama de cara a los próximos comicios?
Siempre es preocupante. Desde el 2021, en que existió una confrontación política muy dura y una polarización del espectro político y de la sociedad peruana, hemos venido avanzando a tropiezos, incluso eligiendo al candidato presidencial más radical de toda la historia del Perú: un candidato de extrema izquierda. Por primera vez en la historia del país, su vicepresidenta es quien gobierna ahora.
Y, claro, tampoco es cuestión de pedirle un programa de gobierno a la par de Luis Bedoya Reyes, ni un compromiso con el libre mercado, como si fuese Hernando de Soto, ni un compromiso con la solidaridad y el principio de subsidiariedad, como si fuese el PPC. Lo que tenemos es, ni más ni menos, que la vicepresidenta de Pedro Castillo, quien está haciendo lo mejor que puede con la gente que acepta integrar su gabinete. Y con el Congreso que el Perú ha elegido, una vez que los partidos políticos fueron prácticamente destruidos tanto por las reglas electorales de una fallida reforma política de Vizcarra como por las movidas del Jurado Nacional de Elecciones.
Los grandes medios de comunicación han desinformado al ciudadano de tal forma que, en este momento, podría volver a elegir a Vizcarra, a pesar de haber sido el presidente que manejó peor la pandemia en todo el mundo. Tuvimos la mayor cantidad de muertos por COVID-19. No fue un país africano, no fue el sudeste asiático, no fue una isla de Oceanía: el peor del mundo fue el Perú, y su expresidente todavía tiene fuerza electoral. Felizmente, ya enfrenta tres acusaciones constitucionales que lo inhabilitan.
Ese es el panorama actual, con la posibilidad de que tengamos más de 35 candidatos presidenciales y un reto enorme para el Jurado Nacional de Elecciones y los partidos que se presenten.
Mencionó a Martín Vizcarra. Si bien está inhabilitado, ¿qué probabilidades hay de que vuelva al poder?
En primer lugar, puede conseguir jueces que emitan medidas cautelares para suspender la validez de las acusaciones constitucionales, como ha venido ocurriendo a través de jueces de primera y segunda instancia en contra de decisiones del Congreso. En muchos casos, no han existido vulneraciones graves del debido proceso, pero se han articulado argumentos ficticios y artificiales para justificar la invalidación de una decisión de la representación popular.
Por tanto, ¿existe la posibilidad? Sí, la hay. Si se aprueba la última acusación, se necesitarían tres jueces, o quizá dos, para revertir la inhabilitación. Si eso no ocurre, podría recurrir a sus contactos en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y obtener algún tipo de recomendación.
Lo ideal es que tanto jueces como magistrados, a nivel nacional e internacional, comprendan que el derecho debe servir a las personas y estar dedicado tanto a la protección de las libertades individuales como a la consolidación de los Estados democráticos constitucionales. Si un juez emite una sentencia en favor de un amigo por dinero, por motivos ideológicos, por posicionamiento político o por su ratificación en el cargo, está traicionando la confianza de la sociedad en el sistema judicial. Esperemos que esto no suceda y que la izquierda tenga, como legítimamente le corresponde, candidatos que puedan articular un mensaje que una a los sectores de izquierda, especialmente a la izquierda democrática.
Mencionó que los radicales han gobernado el país en los últimos años. Todos han ganado enfrentando a Keiko Fujimori. ¿El problema radica en que el antivoto a Keiko es demasiado fuerte?
Sí, definitivamente. Keiko Fujimori y el fujimorismo en general se han erigido como los grandes actores de la política nacional en los últimos años, de modo que la polarización no ha sido ideológica, sino entre fujimoristas y antifujimoristas.
Muchas veces, a personas que compartían en sus redes sociales mensajes de rechazo a Keiko Fujimori se les preguntaba por su ideología, y respondían: “Soy de derecha, pero no quiero que Keiko ni un fujimorista gobierne porque a mi tío le quitaron el trabajo”. Es decir, ni siquiera era un posicionamiento ideológico, sino un estado de ánimo. Se rechazaba a cualquier Fujimori simplemente por experiencia personal o familiar, al igual que ocurre con los familiares de senderistas o sospechosos de serlo, que odian todo lo que lleve la palabra Fujimori.
En esto, la derecha también tuvo responsabilidad, porque no supo ni desmarcarse del fujimorismo ni apoyarlo de manera estratégica. Tampoco logró articular un liderazgo alternativo. Por esta carencia, Keiko Fujimori ha seguido vigente como la heredera del legado de Alberto Fujimori, tanto en lo bueno como en lo malo.
Ahora, en estas elecciones, ya no hay un Alberto Fujimori en el escenario. Hay candidatos de centro derecha y derecha que vienen trabajando desde hace meses con diversos matices. La clave será construir un mensaje claro y una alianza entre los partidos democráticos que comparten un mismo modelo económico basado en el crecimiento y desarrollo del país.
Se ha hablado de posibles alianzas en la derecha, pero persisten muchos personalismos. ¿Qué tan viable es una coalición entre Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga y los partidos democráticos?
Es difícil. En el fujimorismo, la candidatura de Keiko Fujimori es vital no solo para tentar la presidencia, sino para garantizar la presencia de su bancada en el Congreso. Sin representación parlamentaria, el fujimorismo perdería influencia y entraría en una fase de decadencia, como ocurrió con otros movimientos en el pasado.
Por otro lado, si no se logra una alianza amplia, corremos el riesgo de repetir la elección de Pedro Castillo y llevar nuevamente a la presidencia a otro radical. Esta vez, podría ser de manera definitiva, consolidando el socialismo chavista en el Perú.
Se menciona la posible candidatura de Antauro Humala. ¿Qué tan viable es su llegada al Congreso?
Antauro Humala no tiene mayor conocimiento del derecho parlamentario ni de cómo se hacen las leyes. Su electorado está concentrado en el “Perú profundo” y depende de activistas remunerados que recorren comarcas llevando mensajes engañosos, que pueden sonar ridículos en la ciudad, pero creíbles en zonas con poca información.
El Estado no ha hecho esfuerzos significativos por llegar a estas zonas con información veraz. Tampoco los partidos programáticos han articulado una estrategia de comunicación efectiva. La derecha cree que ganar en Lima es suficiente, pero eso no es cierto. No basta con articular un plan de gobierno técnico si no se conecta con el electorado de manera directa.