Las elecciones se avecinan y, con ellas, surgen nuevos rostros dispuestos a tomar las riendas de un Perú sumido en una crisis insostenible, donde la corrupción se erige como el enemigo más feroz. Entre estos nombres, destaca el congresista Carlos Anderson, quien, tras anunciar su precandidatura a la presidencia, se enfrenta a un desafío monumental: liderar un país en su momento más crítico. En exclusiva, conversamos con él sobre sus planes para el 2026 y el reto titánico que implica intentar reconstruir una nación al borde del colapso.
Congresista, hablemos un poco de su precandidatura a la presidencia de la República. Esto ha generado polémica, ¿cómo lo percibe usted?
Lo que no entiendo es por qué mi precandidatura ha causado polémica. Por el contrario, debería ser bien recibida. En lugar de tanto "payaso" candidato, aquí tienen a una persona con una trayectoria profesional limpia, tanto a nivel nacional como internacional, que ha expuesto sus ideas desde hace años para que todo el mundo las pueda ver, y cuya gestión en el Congreso nadie puede señalar. Más bien, ¿por qué no es polémico que alguien sin la más mínima idea de gobernar, con todas las señales de que va a ser altamente manipulable, como Carlos Álvarez y muchos otros, no genere controversia? ¿Por qué eso no es polémico? Y, sin embargo, ¿por qué una persona como yo, con mi trayectoria y mi formación académica, sí lo sería?
Mencionó algo interesante: ¿por qué los personajes que pueden ser manipulados no son polémicos? Por ejemplo, Dina Boluarte, que gobierna un país en crisis insostenible y parece no hacer nada al respecto.
Es una autocrisis autogenerada, básicamente. Durante un par de décadas, de alguna manera, la economía y la política andaban por cuerdas separadas. Pero eso siempre fue una ilusión, porque eventualmente iban a colisionar, como ocurrió en el año 2016. Ese fue el año de la gran paradoja en la historia peruana: el 80% de los votantes eligió una opción de centro-derecha. Uno pensaría que, por fin, el país encontró un rumbo unificador. Pero no, ese fue el año del hecatombe. Perdió la señora Fujimori, le dio la pataleta, sacó a un presidente, luego vino otro, y desde entonces hemos caído como una piedra. Y claro, en el camino hemos ensuciado también el manejo de la economía, desaprovechado oportunidades, y ahora nos encontramos en esta paradoja de un mundo que nos ofrece posibilidades, pero un país que sigue mirándose el ombligo, discutiendo las cosas más inútiles que uno se pueda imaginar. Todo generado por estos políticos.
Actualmente nos encontramos en un contexto de crisis social y de inseguridad ciudadana. Como usted dice, esto no es reciente, sino que viene arrastrándose desde hace bastante tiempo. ¿Podría decirse que esto empezó en la gestión de Pedro Pablo Kuczynski, cuando se abrieron las fronteras?
Sí, pero esa es una mirada parcial, por decirlo menos. A ver, ¿te importa que te robe un colombiano, un venezolano, un chino, un francés o un peruano? ¿O te importa que no te roben? Lo importante es que no haya robos. La delincuencia es una de las principales razones por las que la vida en el Perú es difícil y la pobreza no es solo un tema monetario; también está relacionada con la calidad de vida. Cuando uno vive bajo el constante temor de la criminalidad, evidentemente su vida es más pobre. Ahora bien, es cierto que la crisis de seguridad se ha visto agravada por un mal manejo de la política migratoria. Perú, que históricamente ha sido un país de emigrantes, de repente se convirtió en un país receptor de inmigración, especialmente de Venezuela. Pero la idea chauvinista de que "vinieron los venezolanos y el país se convirtió en un desastre" es errada. Han llegado un millón y medio de personas, muchas de ellas honestas y trabajadoras, con formación profesional que nosotros no pagamos. Si no, mira cualquier clínica: casi todos los enfermeros son venezolanos. Estamos beneficiándonos de su formación y de su voluntad de trabajar. Así que yo discuto esa narrativa simplista. Lo importante es preguntarnos: ¿cómo responde el país a esta crisis?
¿Cómo responde el país a esta crisis?
La responde mal. Primero, ignorando el clamor ciudadano, minimizándolo, cambiando ministros constantemente —cada cual más incompetente que el otro— y regateándole recursos a la seguridad. Existe desde hace cuatro o cinco años el Plan Mariano Santos, quizás el mejor diagnóstico y propuesta de solución en seguridad, pero requiere entre 1,300 y 1,500 millones de dólares. Dicen que no hay dinero para eso, pero sí hay para llenar el agujero negro de Petroperú, que ha significado 3,500 millones de dólares en pérdidas en los últimos dos años.
Exacto, el Estado no quiere invertir o no invierte correctamente. Pasa en seguridad y también en educación.
En educación se gasta mucho dinero, pero se gasta mal. No se ha entendido que el mundo cambió y que el país necesita un sistema educativo acorde con el siglo XXI. Un profesor del siglo XIX podría entrar a una clase hoy y seguiría enseñando de la misma manera. No ha cambiado nada. Se han construido colegios de alto rendimiento con inversiones millonarias, pero la mayoría de colegios públicos en el Perú no tienen agua, electricidad ni internet. Los materiales son un desastre. En lugar de gastar inteligentemente en educación básica, se priorizan proyectos que permiten corrupción. La Contraloría ha señalado que el 10% de la inversión pública termina en corrupción. Así que, si se invierte 65 millones de dólares en un colegio, es probable que 6.5 millones se pierdan en corrupción.
¿Y si hablamos de la salud?
Es lo mismo. Perú tiene mil millones de dólares paralizados en activos hospitalarios. Hay hospitales construidos, pero muchos están paralizados. Algunos incluso tienen fallas estructurales graves. Mientras tanto, la mayoría de los peruanos muere por enfermedades sencillas que podrían prevenirse con un buen sistema de salud primaria. Pero, en lugar de invertir en postas médicas bien equipadas, con acceso a internet para consultas remotas, se priorizan hospitales grandes sin suficiente personal especializado.
En una eventual gestión suya como presidente de la República, ¿qué cosas mejorarían en comparación con la actualidad?
Espero que todo. El Estado peruano es ineficiente. Su burocracia es inmensa y mediocre. Se han aumentado planillas en todos los sectores sin mejorar la calidad de los servicios. Se necesita una reestructuración profunda para eliminar el gasto inútil y hacer que los recursos se inviertan de manera eficiente.
En el Perú, desde Alberto Fujimori, casi todos los presidentes han terminado presos. ¿Llama la atención que los peruanos se equivoquen tanto al elegir?
En el mundo, aunque parezca mentira, se admira que en el Perú los presidentes terminen en prisión. La impunidad es un problema en toda América Latina. Lo que sí es preocupante es que el sistema permita que lleguen al poder candidatos sin preparación, muchas veces promovidos por medios de comunicación que priorizan el espectáculo sobre la política seria.
De cara al 2026, hay una gran cantidad de partidos políticos. ¿Cómo lo percibe usted?
Hay muchos logos, pero pocos partidos reales. La crisis de representación no es solo un problema peruano, sino global. Los partidos han perdido significado, y hoy la gran batalla política se da en redes sociales. Si queremos mejorar la calidad de nuestra democracia, necesitamos partidos sólidos y filtros más estrictos para quienes aspiran a gobernar.