Donal Trump anunció el “Día de la Liberación Económica” aplicando aranceles a 187 países, 57 de los cuales van entre 50% y 12%, imponiendo 10% al resto. Afirman ser medidas reciprocas ante “barreras injustas” contra productos estadounidenses, generando una incertidumbre global sin precedentes.
El analista político, Ben Shapiro, referente republicano en temas económicos y defensor del libre mercado, examina los aranceles encendiendo alarmas. Afirma que las cifras no se basaron en tasas reales, sino en fórmulas que vinculan el superávit comercial bilateral con Estados Unidos, convirtiéndolo en arancel. En otras palabras, transforma el déficit comercial en una “tasa efectiva de injusticia”, distorsionando el diagnóstico.
Sugieren que Corea del Sur, por ejemplo, aplica aranceles del 50%, cuando la tarifa promedio es 0.79% (según la OMC), manteniendo un tratado de libre comercio vigente. El resultado es un castigo económico de 26%, vinculado al balance comercial.
Shapiro refuta la narrativa sobre el colapso económico que Estados Unidos vive en las últimas décadas. Según datos oficiales, el ingreso promedio en 1980 era de $12,575 (dólares constantes), superando los $65,000 en 2024; acceso a bienes y servicios tecnológicos exponenciales: telefonía móvil, aire acondicionado, computadoras personales, internet de alta velocidad. La pobreza extrema disminuyó, la clase media alta creció 16% y muchos de clase media ascendieron a rangos altos de ingresos. No es la nación “saqueada y desindustrializada” que Trump intenta proyectar.
Las reacciones internacionales fueron diversas. China respondió con aranceles espejo de 34% sobre productos estadounidenses seleccionados, sin el 20% previo. Pero el “acuerdo de libre comercio trilateral” anunciado por China, Japón y Corea del Sur, ante la ofensiva norteamericana, hubiera sido impensable hace poco tiempo.
Bruselas no descarta contramedidas en los sectores agroalimentario, automotriz y farmacéutico. Las declaraciones en medios económicos oscilan entre la incredulidad y la incertidumbre ante una “guerra comercial global” que deja de ser una posibilidad remota.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, afirma que los aranceles han sido “mayores de lo esperado” siendo probable que las consecuencias, aumento de la inflación y desaceleración del crecimiento, también lo sean.
En los mercados financieros: el VIX –índice del miedo– subió de 21 a 45 puntos, el Dow Jones cayó 3.9%, S&P500 4.8% y el Nasdaq tecnológico 5.97% en una sola jornada.
La constante es nerviosismo e incertidumbre, no saber cómo planificar ante medidas cambiantes y difusas. ¿Es una ofensiva geopolítica estructurada o una maniobra para presionar futuras negociaciones?
Si los aranceles son una herramienta de negociación país por país, la forma como fueron anunciados y fundamentados genera desconfianza. ¿Pretenden redibujar el comercio mundial sin organismos como la OMC, FMI o el Banco Mundial? Los hechos de facto reemplazan a organizaciones multilaterales por transacciones bilaterales, desafiando el sistema liberal internacional.
Pero en un mundo con cadenas de suministro globales, interdependientes y altamente especializadas, aplicar tarifas unilaterales puede producir efectos de segunda y tercera ronda: aumento de precios, disrupciones productivas, pérdida de competitividad y riesgos de recesión técnica.
Shapiro afirma que modificar el marco normativo global sin precisar los objetivos, genera reacciones en adversarios, aliados, mercados y los propios ciudadanos que verán subir los precios de alimentos, productos electrónicos y medicinas. El “Día de la Liberación” provoca condenas diplomáticas, amenazas de represalias y llamados a la moderación.
No sabemos si es una guerra comercial, el ensayo de una nueva arquitectura económica internacional o una estrategia geopolítica de contención. Pero es un hecho que los mercados están nerviosos, los empresarios desorientados y el mundo reacciona con incertidumbre, sensación de que esta maniobra de laboratorio podría tener resultados impredecibles en el mundo real.