OpiniónDomingo, 27 de abril de 2025
Chancay, tan solo el primer paso, por Ricardo Silva-Santisteban
Ricardo Silva-Santisteban
Economista. Director de la asociación educativa Qispi.

La inauguración del puerto de Chancay causó mucho revuelo y, con toda la pompa y la fanfarria con la que el gobierno la celebró, pareciera que creen que ya está cumplida la misión. Nada más erróneo.

La inauguración de Chancay es tan solo un primer paso para revertir el tremendo déficit de infraestructura que padecemos (en un artículo anterior:https://elreporte.pe/2024/09/08/infraestructura-por-que-por-ricardo-silva-santiesteban menciono la necesidad de infraestructura). El puerto por sí solo no va a dinamizar la economía; requiere infraestructura complementaria para aprovechar de la mejor manera las inversiones realizadas.

El puerto permite, con mucha eficiencia, que transite mercadería del exterior a nuestro país (importaciones, ya sea de bienes de capital o de consumo) y de nuestro país hacia el exterior (exportaciones tradicionales y no tradicionales). Pero si realmente queremos que el crecimiento y el progreso que este acarrea lleguen a la mayor parte de nuestra población, debemos tomar medidas que permitan incluir a los más olvidados. ¿Quiénes son estos? Aquellos que no tienen opción de acceder a los beneficios del puerto, como, por ejemplo, los pequeños agricultores de la sierra que no cuentan con una vía de acceso siquiera medianamente fácil para llevar sus productos al puerto, y a quienes los acopiadores les pagan centavos por sus productos, muchas veces orgánicos y de gran calidad. También los pequeños productores manufactureros (de artesanías, prendas de vestir o souvenirs) que no tienen acceso a una vía que les permita llevar sus productos a centros de acopio o distribuidores, entre otros.

No se trata solo de sacar mercaderías: también es necesario facilitar que los niños puedan asistir más fácilmente a las escuelas, que puedan realizarse misiones médicas para prevenir enfermedades o brindar tratamientos a los pacientes en localidades lejanas, y que importadores o diseñadores de accesorios lleguen para que nuestros artesanos eludan intermediarios y nuestras manufacturas salgan al extranjero a mejores precios.

¿Cómo logramos esto? Creando infraestructura complementaria, que, en el peor de los casos, le cueste poco al Estado, es decir, a los contribuyentes. Un ejemplo sería rescatar uno de los proyectos planteados por candidatos a la presidencia en 2021: construir el tren de la costa, una vía férrea que recorra desde Tumbes hasta Tacna y sirva para transportar pasajeros y carga. Considerando que las vías férreas tienen un costo de construcción alto por kilómetro, pero un costo de mantenimiento y operación muy bajos —mucho más bajos que el transporte por camiones—, esta debería ser una primera prioridad: permitir que los productos se transporten de un extremo al otro del país a precios razonables. Langostinos de Tumbes en Tacna, aceite de oliva de Tacna en Tumbes, limones de Piura en Arequipa, pisco moqueguano en Piura, etc. Además, esta vía podría no costarle un sol al erario público si se concesiona. Ese sería un gran segundo paso.

El tercer paso sería establecer una serie de carreteras desde la sierra hasta la costa para conectar las provincias con la vía férrea. Estas vías ramales también podrían concesionarse para que no le cuesten al Estado y su mantenimiento esté asegurado.

El cuarto paso sería construir vías rurales hacia los centros poblados que no estén conectados a los ramales, creando un sistema vial similar a un sistema cardiovascular: no solo con arterias y venas, sino también con vasos capilares que lleguen a donde están los olvidados. Estas vías rurales podrían ser mantenidas por las mismas comunidades, al estilo de la mita en el incanato, siendo ellas las más interesadas en mantenerse en contacto con el resto del país.

También se debería extender la conectividad digital, premiando a las empresas de telecomunicaciones que amplíen sus redes a todas las provincias posibles.

Como nada es perfecto, aprovechar esta nueva infraestructura tomaría cierto tiempo, por lo que el Estado podría asumir la iniciativa promoviendo la asociatividad entre comunidades o agentes económicos dentro de ellas, para que puedan producir mayores volúmenes de sus productos. Existen proyectos de apoyo de la cooperación internacional que podrían utilizarse para este propósito. El esquema ideal sería iniciar el trabajo de diseño, establecer contactos y brindar asesoría en producción, embalaje y logística, para que progresivamente estas comunidades se vuelvan autosostenibles. No solo para exportar, sino también para abastecer mercados internos en zonas distantes: por ejemplo, vender chompas de alpaca de Huancavelica de alto diseño en Lima, pisco moqueguano de alta gama en Trujillo, o vajilla cerámica de diseño contemporáneo de Ayacucho para hoteles en Cusco.

Todo lo mencionado es posible sin mayor dificultad, partiendo de una infraestructura adecuada.

Al Estado le costaría muy poco: nada de grandes presupuestos ni licitaciones que acaban con presidentes en la cárcel; solo se necesita decisión política para ejecutarlo. Esto implica garantizar la seguridad para las inversiones, seguridad en las calles —donde deben actuar de la mano la policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial—, y contar con un equipo técnico capacitado. Y si este equipo no está en el Estado, que se busque en el sector privado: con seguridad hay montones de profesionales capacitados que podrían asumir la tarea.

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/49m0YNU

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu