OpiniónDomingo, 11 de mayo de 2025
Una mirada a la Iglesia Católica, por José Antonio Torres Iriarte
José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

La elección del Papa León XIV representa un hito importante en un escenario internacional marcado por una revolución tecnológica sin precedentes, por conflagraciones bélicas y por el impulso de la llamada Agenda 2030 de Naciones Unidas.

La Iglesia Católica no fue ajena, en el pasado, a la revolución industrial, ni a la influencia creciente del marxismo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, ni a la revolución bolchevique de 1917, ni al estallido de las dos guerras mundiales.

El Vaticano, como Estado, mantiene relaciones diplomáticas con más de 180 países del orbe, siendo influyente en los planos pastoral y político. La doctrina social de la Iglesia supo, en su momento, analizar las relaciones entre el capital y el trabajo, fomentando la defensa de los derechos laborales para contrarrestar los excesos del capitalismo industrial. Fue relevante el papel cumplido por el Papa León XIII a finales del siglo XIX. Hoy, el Papa León XIV se ha propuesto seguir la línea de acción del autor de la encíclica Rerum Novarum, en un contexto marcado por el desarrollo de la inteligencia artificial, preludio de una etapa novedosa en las relaciones humanas.

La elección del Cardenal Prevost Martínez, nacido en Estados Unidos (Chicago), con nacionalidad peruana y ancestros franceses y españoles, representa, estoy seguro, un punto de quiebre para una Iglesia Católica que necesita adaptarse a un mundo en constante cambio.

El Papa Francisco, a lo largo de doce años, impulsó ciertas reformas, procurando afianzar un liderazgo pastoral ante una comunidad católica afectada por el avance de iniciativas en favor del aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, la ideología de género y los derechos de las minorías sexuales (LGTBQ+). En Estados Unidos, Europa y América Latina, en particular, se está librando una batalla cultural influenciada por la visión de Naciones Unidas, impulsada con el financiamiento de organizaciones no gubernamentales norteamericanas y europeas.

Si el Papa Juan XXIII dio inicio al Concilio Vaticano II en 1963, fue el Papa Pablo VI quien lo concluyó unos años después. Su Santidad Juan Pablo I falleció pocas semanas después de su elección. En octubre de 1978, la elección del Cardenal polaco Karol Wojtyła marcó un cambio de rumbo en la conducción de la Iglesia Católica. El Papa Juan Pablo II asumió con decisión la defensa de los dogmas católicos, cuestionó la Teología de la Liberación y demostró su voluntad inquebrantable de acercarse a los feligreses en diversas latitudes. Realizó innumerables viajes por el mundo, se acercó a las multitudes —especialmente a los jóvenes— y predicó el Evangelio en contraste con el ateísmo y la creciente secularización. El carisma y la elocuencia de Juan Pablo II lo convirtieron en un líder influyente en tiempos marcados por la Guerra Fría, la existencia del muro de Berlín, la hegemonía de la URSS y su influencia en Europa del Este.

El atentado criminal del 13 de mayo de 1981 contra el Santo Padre tuvo móviles políticos. En tiempos de Juan Pablo II, se fortaleció la Iglesia Católica, se disolvió la URSS, se reunificó Alemania y los países de Europa del Este abandonaron la planificación centralizada de la economía. La desintegración de Yugoslavia, la guerra del Golfo Pérsico y la invasión de Irak fueron parte de un tiempo de reconfiguración del escenario internacional. La hegemonía norteamericana, la ampliación de la Unión Europea, la creación del euro y la globalización de los mercados en un contexto signado por la revolución tecnológica ocurrieron durante el largo pontificado de Juan Pablo II.

Benedicto XVI siguió, en líneas generales, el camino trazado por Juan Pablo II, renunciando el 28 de febrero de 2013. La presencia del Papa Francisco en la Santa Sede representó un giro hacia América Latina y fue la primera ocasión en que un sacerdote jesuita se convertía en Obispo de Roma y líder de la Iglesia Católica. Francisco, como Santo Padre, dio señales de austeridad, inició una reducción en los gastos del Vaticano y designó a un grupo numeroso de nuevos cardenales.

León XIV fue designado Obispo de Chiclayo en 2015 y se nacionalizó peruano ese mismo año. Llegó a Roma en 2023, trabajando muy cerca del Papa Francisco. La elección como Papa de un ciudadano norteamericano con nacionalidad peruana, que ha desarrollado su labor pastoral en el Perú durante más de 20 años, es muy significativa.

Hoy, el mundo y las grandes cadenas internacionales se refieren al Perú con especial interés. La mención especial a su paso como Obispo de Chiclayo, realizada por el Santo Padre, constituye un acto de reconocimiento, manifestando el cariño y afecto que siente por el Perú y su pueblo. El Papa León XIV se mostró ante el mundo como un hombre sensible y agradecido. Los más de tres mil corresponsales acreditados ante la Santa Sede se vieron sorprendidos por la elección de un Papa norteamericano con nacionalidad peruana.

Considero que si en 1978 la elección del entonces casi desconocido Karol Wojtyła representó un giro para una Iglesia Católica acosada y limitada en Europa del Este, hoy la elección de un Papa nacido en Estados Unidos y con nacionalidad peruana representa un voto de confianza hacia una América Latina convertida en la "reserva del catolicismo", en tiempos en que se libra una batalla cultural y en que la otrora Europa cristiana cede ante el avance de la secularización, otros credos religiosos y el ateísmo. La elección de León XIV ha sido saludada por el presidente Trump, quien preside un gobierno cuyo vicepresidente y secretario de Estado, Marco Rubio, son católicos.

Mientras tanto, en Roma, la Plaza de San Pedro se colmaba de fieles católicos de diversas nacionalidades que vitoreaban al nuevo Papa, saludando la invocación por la paz hecha por el Santo Padre. Un día después, en Moscú, se celebró el 80.º aniversario del Día de la Victoria soviética sobre la Alemania nazi, con la presencia de Vladímir Putin, el presidente de la República Popular China, el dictador cubano Díaz-Canel, el tirano de Caracas Nicolás Maduro, el presidente Lula da Silva de Brasil y altos mandos militares de Corea del Norte.

La demostración del poderío militar ruso se puso de manifiesto en una fecha en la que se recordó el sacrificio de más de 27 millones de soldados soviéticos en la Segunda Guerra Mundial. Rusia no está dispuesta a ceder ante las iniciativas planteadas por la administración Trump. Por su parte, Ucrania cuenta con el apoyo del Reino Unido, Francia, Alemania y la OTAN.

El llamado a la paz formulado por el Santo Padre representa un reto en tiempos de crisis, como las desatadas en Medio Oriente, ante una escalada bélica entre India y Pakistán, y frente a negociaciones infructuosas entre Rusia y Ucrania. El accionar terrorista de Hamás, la respuesta militar de Israel y la crisis humanitaria en Palestina son parte de un mundo alejado de la paz.

La Iglesia Católica ya no ejerce el poder político de hace unos siglos, sin embargo, sigue siendo influyente. La elección de León XIV no genera mucho entusiasmo en los gobiernos de Rusia y China, que no dejan de estar involucrados en la guerra "no declarada" entre la India y Pakistán.

Si bien la Santa Sede es tolerante con otras religiones, no ocurre lo mismo en sentido inverso. No puede obviarse la presencia cada vez mayor de migrantes musulmanes en Europa y el crecimiento de las iglesias cristianas en América Latina. La batalla cultural está en pleno desarrollo, en un Occidente que cede ante el avance de agendas progresistas financiadas por los magnates de la globalización.

El Papa León XIV aboga por la paz y, tal vez, en los hechos, coincida con la administración Trump en temas sensibles como el aborto, la familia y la ideología de género.

El Papa Francisco no supo marcar diferencias con las tiranías latinoamericanas, guardando silencio respecto al fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro el pasado 28 de julio, ni fue lo suficientemente firme frente a los atropellos contra sacerdotes y obispos en Nicaragua.

León XIV ha señalado la necesidad de evangelizar, desvirtuando el ateísmo y el "ateísmo de hecho", resaltando la fe y la unidad de una Iglesia que no es ajena a las diferencias de opinión, propias del debate político contemporáneo.

Estoy seguro de que León XIV renovará la doctrina social de la Iglesia, deponiendo cualquier extremismo. La labor pastoral debe afianzarse en todo el mundo, resaltando la autoridad moral de la Iglesia.

La elección del Papa León XIV es un motivo de orgullo nacional.