El próximo año reviviremos la pesadilla que es tener elecciones generales en nuestro querido Perú, con un añadido: habrá muchos más candidatos que en 2021.
Así como es imposible hallar once jugadores buenos para armar una buena selección de fútbol, resulta más difícil aún hallar siquiera cinco candidatos de mediana capacidad para hacerse cargo del país. Vivimos tiempos oscuros, en los que la sombra de la izquierda ha nublado el horizonte y ha hecho retroceder al país en sus indicadores más básicos y en el bienestar general, que incluye la seguridad.
Asumo que la gran mayoría de candidatos (que ya son más de cuarenta, habilitados) se proclamará de centro, centroizquierda o simplemente izquierda, bajo cualquiera de sus apariencias, pero siempre con un afán colectivista y una vocación mesiánica. Lo peor de todo es que la izquierda ha fracasado en todo momento y lugar en que se aplicó, y sin embargo, con un desparpajo total, critican acremente —a punta de mentiras, falacias y medias verdades— lo que sí ha funcionado, aprovechándose, además, de la ignorancia de la gran mayoría de electores.
Lo primero que harán será atacar a la minería; se llenarán de cifras falsas o manipuladas y nos harán creer que el pequeño agricultor (al cual, estando en el poder, ni siquiera le pudieron comprar urea en un año y medio de catastrófico gobierno) será el principal motor de la economía nacional. Dirán que la gran minería contamina, cuando es la única que cumple con standards internacionales y los exigentes requisitos impuestos por el gobierno, pero no dirán nada de la minería ilegal, que en muchos casos financia esos partidos contestatarios y achorados que proponen refundar el país.
Luego atacarán la gran industria que, en la mayoría de los casos, no es muy competitiva, pero que es la única que puede cumplir con las exigentes regulaciones en materia laboral que hay en este país.
También atacarán al sector financiero, denunciando tasas de interés de agio y condiciones muy duras para los prestatarios, pero no actuaron nunca contra los préstamos gota a gota, ni contra los extorsionadores que obligan a tomar préstamos a gente muy humilde que acaba encadenada a ellos de por vida.
Por ello, debemos tomar nota de todo aquello que prometen y exigir que nos muestren cómo se llegará a esos paraísos que ofrecen en campaña. Mi principal preocupación es el bajo nivel educativo, que hace que los votantes se dejen engañar. Y esto es porque la educación escolar ha estado en manos de sindicatos que cuidan sus privilegios y no se han preocupado por cumplir con su función principal: dar una educación que sirva para tener movilidad social.
Tengo claro, además, que a nuestros amigos de la izquierda no les gustan los números (o no saben hacerlos, que es más probable), pero conociendo a sus candidatos (porque serán muchos), lo único que harán será despotricar contra un sistema que redujo la pobreza, azuzarán a los borregos contra la empresa y la propiedad privada y, en particular, promoverán el cierre de minas que operan con los standards de la moderna minería.
Lo que debería exigir el votante informado es: ¿cómo compensamos el cierre de minas, de industrias o la carencia de sistema financiero? Si realmente es un votante inteligente, damos por sentado que entiende que, cuando se cierra una fuente de ingresos para el país, hay que abrir otra que la compense.
- La forma en la que este argumento sería mejor entendida por el grueso de los votantes es con un flujo que muestre solo cuatro variables:
- Producción agropecuaria que se generará a partir del cierre de las unidades de explotación minera. Esto porque prometen que, cerrando la mina, todo se vuelve un jardín del Edén al que solo hay que ir a cosechar.
- Recaudación tributaria de dicha producción agropecuaria, mostrando que efectivamente sustituye la recaudación minera.
- Puestos de trabajo formales, directos e indirectos, generados a partir del desarrollo de las nuevas actividades agropecuarias que reemplazan a la minería.
Volumen de inversión privada (nacional o extranjera) producto del desarrollo de la actividad agropecuaria. Esto considerando que la inversión privada representa el 80 % de la inversión total y que es mucho más productiva que la inversión pública. Para que se entienda: un sol de inversión pública genera menos rentabilidad que un sol de inversión privada.
Analizando esas cuatro variables tendríamos una idea de lo que vamos a ganar cerrando minas e industrias y expulsando bancos, aunque dudo que vendiendo en el mercado local —o exportando papas, camote, cebollas, cuyes, etc.— podamos reemplazar los flujos de la minería, la industria o el sector financiero.
Además, habría que tomar en consideración los juicios a los que someterán al Estado peruano las empresas cerradas por indemnización, pues se trata de una medida arbitraria. Ya nos ocurrió en el gobierno de Velasco con el petróleo y con García con los bancos.
Usar el cerebro en vez de someternos a la ideología estaría bien de vez en cuando, sobre todo si en menos de cuatro años hemos regresado a niveles de pobreza de hace una década, gracias a que muchos ilusos votaron pensando que no habría “más pobres en un país rico”.