¿De qué sirve declarar estados de emergencia y extenderlos por meses si nos siguen extorsionando y matando? ¿Para qué toques de queda si que solo perjudican a las personas de bien al imposibilitarlos de trabajar por las noches?
Hoy ni los penales están libres de amenazas. En la puerta del Sarita Colonia, ubicado en el Callao, dejaron una granada con un mensaje intimidatorio. Y un hecho similar se registró en Castro Castro, lugar donde dejaron un explosivo acompañado de una carta extorsiva dirigida al personal del INPE en la que exigen el traslado de un interno vinculado a una red criminal.
Pero ya nadie se sorprende con esto, las amenazas y atentados se han vuelto el pan de cada día. Mientras tanto, las autoridades de turno siguen ampliando por 30 días el estado de emergencia en varias partes del Perú, aún cuando sus resultados no se ven.
Llevamos meses con esta medida y nada mejora, por el contrario, la criminalidad ha aumentado. Las detonaciones de explosivos en locales extorsionados continúan y los crímenes también, como el de un niño de 6 años en Independencia en un ataque al chófer de una combi.
Ello solo evidencia el fracaso de los estados de emergencia y muestra también que el Estado ha perdido el control. Vienen dando salidas que no acaban con el problema de raíz, como la absurda medida de obligar a los motociclistas a llevar chalecos con sus placas en la espalda, algo que más bien abre la puerta a falsificaciones masivas y más delincuencia.
La crisis de inseguridad que nos azota solo se podrá resolver con inteligencia y estrategia, una policía moralmente fortalecida y bien equipada, y una reforma completa del sistema de justicia que persigue a sus enemigos y libera a delincuentes.
Tenemos un gran número de jueces y fiscales corrompidos y estos deben ser separados y sancionados. Porque en esta lucha no solo se trata de enviar a más militares a las calles. Lo que debe cambiar es el sistema judicial perjudicial que protege a los criminales. Ellos son los verdaderos enemigos del Perú.
Es hora de una justicia justa que actúe con firmeza, coherencia y responsabilidad. ¡Basta de impunidad!