Los vientos de guerra soplan fuerte de nuevo y muchos aterrados anuncian el probable inicio de una Tercera Guerra Mundial. Si la prensa se muestra sorprendida es porque no presta atención o porque no quiere entender nada de lo que sucede alrededor, por no ajustarse a las viejas anteojeras ideológicas con las que observa y pretende analizar los acontecimientos mundiales.
El hecho concreto (distante) es que Irán, heredero de una civilización milenaria que se remonta a los orígenes de la historia, país rico en todo tipo de recursos y dotado de una población industriosa e instruida, está inmerso en una loca carrera de dominación mundial. A está lo han arrastrado sus gobernantes teocráticos, Ayatolás cuyo máximo representante es elegido por una asamblea de clérigos fanáticos que sueñan con la desaparición física del Estado de Israel y el derribamiento de las monarquías de sus vecinos del Golfo Pérsico.
Para lograr sus insanos propósitos, ambicionan contar con armas nucleares. Sólo necesitarían dos o tres de ellas para convertir a Israel en un simpático pero breve experimento, más breve e inconsecuente que el reino cristiano medieval de Jerusalén, por ejemplo. Los israelitas, todos los cuáles tienen presente el holocausto nazi, están decididos a que esto no ocurra, y, sí sucede, que sea como Sansón en el templo de los filisteos, arrastrando a que todos sus enemigos los acompañen en una horrenda muerte.
Israel, habiendo hecho ya las paces con algunos de los países árabes más importantes (EAU, Marruecos, Egipto, Jordania) o habiendo logrado entendimientos tácitos (o quizá secretamente expresos) con otros como Arabia Saudita, ha estado enfocado en los últimos veinte años en impedir que el Irán de los Ayatolás sea una potencia nuclear.
Es importante recordar que el régimen iraní se sostiene sólo gracias a una salvaje represión, pero nunca ha estado más débil. Apoyó a las hordas asesinas de Hamas en su incursión del 7 de octubre de 2023 para que quemen vivos a bebés, secuestran y violan mujeres y asesinan indiscriminadamente a su paso. Pensaron que se activarían levantamientos contra Israel que pasaría a ser invadido por hordas árabes luego de derrocar a sus gobiernos, pero nada de eso ocurrió. Nadie quiere más guerras y todos están hartos de los palestinos. En todo caso, Israel aprovechó la oportunidad para desgastar a Irán y degradar a sus aliados.
Lo único que contuvo a Israel fue el gobierno demócrata de Estados Unidos que, bajo Obama, tuvo la genial idea de usar a Teherán como contrapeso contra los sauditas e Israel, alentando que mantengan un programa nuclear “civil” rápidamente convertible en uno militar. Un efecto, positivo y no planeado de esta sin razón, fue que israelitas y árabes se amisten para sacarse de encima al enemigo común, uno dispuesto a incinerarlos bajo hongos nucleares, en la loca creencia que con ese acontecimiento se cumplirían viejas profecías.
Frente a la aparente inminencia que esto ocurra, confirmada por la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Israel decidió actuar. Lanzaron un ataque, comparable al del 5 de junio de 1967, que dio inicio a la famosa Guerra de los Seis Días.
La destreza bélica que ha mostrado Israel es impresionante. Pareciera que medio régimen está cooptado, por hartazgo o por razones subalternas. La primera acción militar ha sido decapitar los principales mandos militares y del programa nuclear.
Trump contribuyó al juego, invocando de forma más o menos pública a que Israel evite la guerra y mostrándose abierto a una solución negociada, motivando severas críticas de facciones MAGA. Impresionante manipulación que habría logrado su objetivo, a pesar de la advertencia de Washington que estaba autorizando la salida de los dependientes del personal que mantienen en el Medio Oriente.
El hecho es que ayer Israel atacó. Advierten que las operaciones militares no tendrán resultados inmediatos y que la población debe prepararse para las sangrientas represalias de los Ayatolás.
No me gusta predecir el futuro y las guerras, nadie sabe como acaban. Sin embargo, poniéndose en los zapatos de Netanyahu, es difícil imaginarse quedarse de brazos cruzados. Si Irán logra tener bombas atómicas, podría exterminar Israel con rapidez y facilidad.
No se trata de especulaciones de espías ineptos, como el caso de Sadam Hussein el año 2003. Se trata de hechos objetivos, incluso constatados por agencias de Naciones Unidas que señalan ahora la existencia de contaminación radiológica en los centros del programa nuclear iraní (no es que sea amigo de la ONU, por si acaso, pues esta hoy, nada tiene que ver con la que conoció mi abuelo VABDC y en la que participó desde la Conferencia de San Francisco en 1945 hasta su muerte en 1966).
Irán no es un país artificial, creado al final de la Primera Guerra Mundial en una repartija del mundo entre Londres y París, cuya unidad está supeditado a la existencia de regímenes tiránicos y asesinos. Es una vieja nación, tan antigua como la historia, secuestrada desde 1979 por una banda de fanáticos religiosos. Si logran librarse de ellos, no tendrían por qué caer en el caos. Putin perdería uno de los pocos aliados que tiene y China también vería afectada su posición.
Israel aspira a no ser pasajero, como el medieval Reino de Jerusalén. Tendremos que observar los acontecimientos y ver lo que el destino depara.