OpiniónDomingo, 15 de junio de 2025
Zurdos en terapia intensiva, por Tony Tafur
Tony Tafur
Periodista

No todo es para siempre. Así versa el aforismo que podría calar tranquilamente en esas regiones de América Latina que adoptaron a la izquierda como una prótesis mental para enfrentar al mal que, según su prisma, crearon todos menos ellos. No sabemos si por masoquismo ideológico o simple tradición familiar. Lo cierto es que esas trincheras rebeldes que inventaron apóstoles y jugaron a los milagros políticos podrían caer en el limbo de la recapacitación después de ver cómo sus humorísticas deidades terrenales convirtieron a su mantra en una fórmula para desmoronar países. Puno, región del sur del Perú, es un botón.

La esquela ideológica de este sector históricamente izquierdista, Puno, tiene como precedente inmediato a un personaje con nombre y sombrero: Pedro Castillo. El autor del chiste más encriptado de la historia peruana (“el pollo”) se convirtió en aquel 2021 en el vehículo preferido de todas las izquierdas, sobre todo de la que habitaba esa zona sur del Perú donde un 89% le dio su venia. Así, tocando los botones de siempre (la justicia social, la lucha de clases, etcétera), Castillo pasó de la licencia para no trabajar a la licencia para gobernar y no tardó mucho en romper el corazón de sus feligreses. Ejecutó un fallido golpe de Estado, terminó en la cárcel y dejó en una orfandad local a esta masa anti-sistema.

Luego vino el repuesto: Dina Boluarte, la presidenta más sólida en desaciertos y en la congestión pública, insumos que la convirtieron en la mandataria más impopular del mundo.

Ambos fueron el último cóctel izquierdista de corte más radical que llegó al poder (con suerte no se sumó Vladimir Cerrón como vicepresidente, el ahora prófugo que fue operador bajo las sombras) y que exhibió su talento para llevar al Perú a nuevos fondos.

Si eso no convenció a Puno de que la izquierda no es una corriente con propiedades curativas como tanto pregonan, no pasa nada. Tenemos más carne para poner en el asador. Deberían tomar en cuenta, por ejemplo, la realidad que vienen experimentando nuestros vecinos de Bolivia. Después de tener a este país como una especie de muestra tangible de un socialismo efectivo, ahora imagino, espero, que hayan identificado que detrás del maquillaje propagandista del unicornio ideológico Evo Morales solo había una receta para saquear en nombre de ese encandilante mesianismo plurinacional.

Bolivia hoy en día es un país reducido a la nada. No hay dinero, no hay combustible, no hay trabajo. Ese país al que en su momento Puno quiso anexionarse, casi transformándolo en una especie de figura paternal, ahora es zona franca para una posible guerra civil.

Y solo estoy haciendo una radiografía periférica. Un par de profundidades más podrían empujarlos a la náusea ética. Deben entender que no se puede vivir siempre del relato. No es tan difícil renunciar a inclinaciones que no tienen futuro. Pasó en su momento con personajes como Albert Camus que puso distancia con el comunismo por su praxis totalitarista y violenta.

Como ustedes mismos arengan: "el pueblo no es tonto".

Así que, a puertas de las elecciones en Perú, me pregunto si esta será la antesala para que replanteen esa patología electoral siempre anclada hacia la izquierda. Está claro que, al final, hasta los creyentes más fervorosos, en algún momento, se cansan de rezarle al dios equivocado.

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