"Lamentablemente, la política peruana es una alcantarilla colapsada". Con esta contundente frase, el periodista y presidente del partido Sí Creo, Carlos Espá, resume la profunda crisis que atraviesa el país. De cara a las elecciones de 2026, dialogamos con Espá sobre la urgencia de un cambio de ciclo que libere al Estado de la corrupción y lo ponga al servicio de los ciudadanos, marcando un punto de inflexión tras 25 años de una clase política cuestionada y de creciente penetración del crimen organizado. ¿Será el 2026 el inicio de una nueva era para el Perú?
La conversación revela un sentir generalizado: la ciudadanía está exhausta de ver cómo el Estado se ha convertido en una herramienta para el beneficio personal de los políticos, en lugar de ser una plataforma de servicio a la nación. Espá subraya la indignación ante la descarada infiltración de “organizaciones criminales, organizaciones delictivas, mafias” en todos los niveles de gobierno, desde los municipios hasta el Congreso de la República. Es un llamado a la acción, a despertar de un conformismo político que ha llevado al país a votar por el “mal menor” y a exigir una verdadera renovación que priorice la educación, la salud y la seguridad ciudadana.
Necesitamos un cambio de ciclo. Durante muchos años hemos vivido la misma situación de una clase política deteriorada. ¿Cómo podemos cambiar esto?
Sí, efectivamente, la ciudadanía está ya cansada de estos veinticinco años de una forma de hacer política que ha significado que el Estado, en lugar de ser un instrumento para servir a los ciudadanos, se haya convertido en una herramienta para que los políticos se sirvan de él. Hemos visto que en los últimos años se ha generado una situación en la cual organizaciones criminales, mafias y redes delictivas han penetrado el Estado peruano, no solamente a nivel municipal o regional, sino también en el gobierno central y el Congreso de la República. Cada día vemos, de manera más descarada e insultante, cómo reparticiones del Estado se convierten en agencias de empleo, como está ocurriendo hoy en el Congreso, que se ha transformado en una agencia de trabajo para familiares de los propios congresistas y para personas sin las mínimas calificaciones.
Lo que mencionas me hace recordar una frase tuya en una entrevista anterior, donde dijiste que la política peruana es una alcantarilla.
Sí, es una alcantarilla colapsada. Lo primero que hay que hacer es descolapsarla, que fluya el agua, que circulen esas aguas servidas, porque para eso sirven las alcantarillas. Lo que ha ocurrido es que una clase política dominada por intereses oscuros ha ido secuestrando la política peruana. Ahora lo que buscamos es una renovación de la clase política y un cambio radical en las instituciones del Estado, para que realmente sirvan al clamor ciudadano por una educación de calidad, salud digna y seguridad ciudadana. Cuando el Estado no combate la criminalidad, es porque la criminalidad ya ha penetrado al Estado.
¿No sientes que hemos estado viviendo una suerte de conformismo político? Porque hemos terminado votando por lo que se ha denominado, tal vez mal, el “mal menor”.
Sí, efectivamente, pero ahora eso se ve claramente en todas las encuestas. Hay un 80 % de personas que rechaza al mal menor y que ya se dio cuenta de que estos últimos 25 años hemos pasado de un mal menor a otro, degradando el sistema político y generando más inestabilidad. Ha llegado el momento de votar con convicción por alternativas que realmente interpreten este clamor ciudadano de cambio real en la política peruana, en la forma de hacer política, en la manera en que el Estado se relaciona con los ciudadanos y en su propia estructura.
Con 40 partidos inscritos, ¿crees que hay opciones que puedan realmente salvar al país?
Bueno, cuando nos inscribimos fuimos el partido número 26. Antes se había inscrito Antauro Humala como el partido número 25, que ya está fuera felizmente, y después se inscribió el Partido Popular Cristiano. En ese momento, 26 partidos ya era mucho. Hoy, un año después, ya son 43 partidos políticos. A diferencia de lo que dicen los supuestos expertos o analistas, que esto se va a fragmentar o desintegrar, yo creo que no necesariamente pasará eso, porque estamos convencidos de que, como interpretamos el sentir ciudadano, representamos una alternativa de cambio real. Habrá un mandato claro hacia quienes sepan interpretar ese afán de cambio de la inmensa mayoría del Perú.
¿Cuál es la visión de Sí Creo de cara al 2026 y la reestructuración de la democracia?
El principal problema del Perú es transversal, y es la corrupción. Nosotros planteamos, en primer lugar, secar el pozo de la corrupción: ir con la autoridad moral y con la fuerza de los votos que nos dé la ciudadanía, para eliminar todo aquello que genere corrupción en el Perú. Tramites, licencias, privilegios, exoneraciones que solo alimentan la corrupción deben eliminarse desde el día uno. En segundo lugar, reformar el Estado, sobre todo en seguridad ciudadana y lucha contra la criminalidad, porque hay mafias representadas en el Congreso —narcotráfico, tala ilegal, pesca ilegal, minería ilegal— que ejercen presión directa sobre el Estado. El Estado peruano tiene que luchar contra eso, pero no solo hacia afuera, sino también hacia adentro, porque ha sido penetrado por esas organizaciones.
Uno de los ejes primordiales para salvarnos de esta podredumbre política es, como mencionabas, el cambio de ciclo, y dentro de eso la reforma de la justicia. ¿Cómo lo ves?
Exactamente. Mira lo que pasa en el Ministerio Público. Sus dos magistradas más altas están enfrentadas en una batalla campal por cuotas de poder, cuando su función debería ser perseguir el delito y proteger la seguridad ciudadana. Mientras tanto, se ignora la extorsión a mototaxistas, el asesinato de transportistas por sicarios, y otras demandas urgentes. La ciudadanía percibe que el Estado no solo es insensible al dolor, sino que además pierde el tiempo en luchas de poder en la institución encargada de perseguir el delito. Por eso planteamos una reforma del sistema judicial y también de la Fiscalía.
Hablemos de educación. El país ocupa el puesto 51 de 81 países en nivel educativo. ¿Cómo lo analizas?
Y si no fuera porque ha habido una privatización invisible de la educación, estaríamos peor. En Lima, antes de la pandemia, el 60 % de los alumnos iban a escuelas privadas. Si el Estado aún controlara el 80 % o 90 % de la educación, el puesto en la prueba PISA sería aún más bajo. No es un tema de recursos: el presupuesto de educación ha aumentado constantemente en 15 años, y sin embargo el 70 % de los baños de las escuelas públicas están colapsados. ¿Cómo puede un niño de 7 u 8 años aprender si ni siquiera tiene un baño en condiciones? Se ha perdido el principio de autoridad, se han desviado recursos, y por eso lo primero que hay que hacer es limpiar y transparentar el sector educativo. También darle libertad a las familias para elegir dónde estudiar sus hijos. Si una familia de escasos recursos quiere una escuela privada, debería recibir un bono educativo, porque el Estado se está ahorrando atender a ese niño.
En concreto, ¿qué debería cambiar el Estado para que la gente diga: “ok, se están haciendo bien las cosas”?
Tiene que haber un cambio total, un cambio radical de 360 grados. El tema de la salud, del agua, de la educación, están vinculados. Tres millones y medio de peruanos no tienen agua, pero eso son cifras oficiales, porque si tienes agua dos horas al día no es tener agua. O si tienes agua tres días a la semana o por cisterna, tampoco es tener agua digna. Eso hace que los niños sean más vulnerables a infecciones, anemia, y esto es una condena para el futuro del país: uno de cada dos niños peruanos tiene anemia. Eso requiere cambios radicales y romper con todas las mafias que se han infiltrado en el Estado.
Mencionabas personajes oscuros en la política. Uno de ellos, Martín Vizcarra. ¿Cómo lo ves?
Creo que Vizcarra ha sido de lo peor que le ha pasado al Perú. En la pandemia tuvo un rol terrible: se opuso a que el sector privado apoyara con plantas de oxígeno, a que farmacias distribuyeran vacunas, rechazó un millón de dosis de Pfizer donadas por EE. UU. cuando éramos el país con más muertos del mundo. Esas vacunas recién llegaron con Sagasti. Y todo esto es más grave que sus casos de corrupción o vacunaciones irregulares. Hablamos de 220 mil muertos oficiales, y hay quienes calculan 600 mil no contabilizados que fueron enterrados en fosas comunes.
Vizcarra, pese a estar inhabilitado, sigue en campaña política y algunas encuestadoras lo mencionan como posible candidato. ¿Esto no confunde al electorado?
Sí, las encuestas no solo son una foto del momento, sino una foto retocada. Cuando a la gente le muestran la lista con nombres y aparece Vizcarra, asume que puede postular, aunque está inhabilitado tres veces. Vizcarra con su estilo sinuoso quiere seguir en campaña, pero su candidatura es inviable.
¿Cuáles son los ejes principales de Sí Creo para esta campaña?
Cinco ejes: primero, secar el pozo de la corrupción; segundo, revisar la fallida regionalización en salud, educación y agua; tercero, infraestructura y conectividad para transformar campesinos en agroexportadores, comerciantes en empresarios formales, y mineros artesanales en empresarios mineros, todo con derechos de propiedad claros; cuarto, seguridad ciudadana como prioridad; y quinto, afirmar la meritocracia y el servicio público honesto.
¿Vamos a ver a Carlos Espá en las elecciones presidenciales?
Dios mediante, respetando el cronograma electoral: el 2 de agosto cierran alianzas, en septiembre se registran las internas, y en noviembre-diciembre se oficializan los candidatos.
Sobre las alianzas, ¿realmente funcionan?
Cuando preguntas a la gente, el 65 % desconfía de las alianzas, porque suelen ser repartijas. Una alianza debería ser un acuerdo para gobernar, no para repartirse candidaturas. Mientras sigan así, nosotros no participaremos. Pero tenemos las puertas abiertas a personas honestas, sin corrupción, y alineadas a nuestros planteamientos, para construir una fuerza de cambio real.
Hablemos de los próximos aspirantes. Keiko Fujimori, ¿ha sido parte de la crisis actual?
Hubo una gran oportunidad cuando el fujimorismo tuvo mayoría y salió elegido Kuczynski. Las calificadoras de riesgo pensaron que era momento de subir el grado de inversión, pero se perdió la oportunidad por las rencillas y se terminó eligiendo a Castillo como castigo. Keiko hoy vive incertidumbre: su partido la necesita, pero ella también tiene responsabilidad con el Perú. Tiene que decidir si actúa como política o como estadista.
Rafael López Aliaga, alcalde de Lima, ¿qué opinión te merece?
He visto muchos carteles promoviendo su candidatura, pero él dice que está en reflexión, y me parece bien. Tiene obras interesantes, pero también decisiones controversiales como el tema de los peajes, que nos puede costar hasta 2.700 millones de dólares en arbitrajes. Sería responsable que termine su gestión antes de pensar en postular.
Finalmente, sobre el aumento de sueldo de Dina Boluarte, ¿qué opinas?
Nosotros creemos en la meritocracia. El Estado no puede ser agencia de empleos ni refugio de náufragos o bribones, como decía Belaúnde. Cuando un puesto público se convierte en premio, empieza la corrupción. El aumento de sueldo en este momento es irritante y muestra impericia política, insensibilidad y aislamiento de la presidenta, rodeada de asesores que le hacen creer que la población no se indignará. Estamos en puertas de un cambio de ciclo tras años de abundancia malgastada, y esto agravia la dignidad del pueblo peruano.