OpiniónDomingo, 13 de julio de 2025
¿Diagnóstico para una sociedad condenada?, por Alfredo Gildemeister

Alissa Zinovievna, filósofa y escritora estadounidense, nacida en San Petersburgo (Rusia), más conocida en el mundo de las letras como Ayn Rand, declaró alguna vez lo siguiente: "Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra tí; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada". Estas terribles palabras obviamente me hicieron recordar lo que desde hace años viene sucediendo en Perú, mi patria. Pareciera una especie de catastrófica profecía de la situación en la que podría terminar una sociedad que poco a poco, día a día, se va deteriorando desde el punto de vista social, económico, jurídico, institucional, pero, muy especialmente, desde el punto de vista moral.

Efectivamente, si analizamos las palabras de la referida filósofa, podremos apreciar que cada síntoma que menciona apunta a una sociedad deteriorada en franca decadencia y realmente “condenada”, pero cabe preguntarse ¿condenada a qué? Para ello, analicemos cada una de las situaciones mencionadas por la filósofa y veamos si se aplica a la sociedad peruana. Ayn Randa señala que cuando “para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada”, se cumple en el caso peruano en donde hacer una simple empresa o poner un negocio en el país esto constituye toda una odisea por la cantidad de requisitos, papeleos, permisos, licencias, autorizaciones, hasta sobornos, etc. que uno debe tramitar, lo cual desmotiva y lo único que logra es que el sector informal continúa creciendo, ante una burocracia que no produce nada pero tiene el poder para trabar, obstaculizar e inclusive impedir una inversión -si políticamente o personalmente por meros celos o envidia no conviene-, algo muy común entre peruanos.

Con respecto al hecho de que “cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores”, en nuestra sociedad esto es una triste realidad generalizada en donde manda “don dinero”, lo cual se puede apreciar como el dinero compra conciencias, almas y personas; determina impunidades a comprobados criminales por parte de jueces y fiscales o concede millonarias concesiones hacia quienes no la merecen y cuyo solo “mérito” es tener la cantidad de dinero suficiente para la obtención del “favor” requerido.

Por otro lado, algo más grave y palpable en nuestra sociedad es el comprobar “que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti”, lo podemos observar a diario -basta ver los noticieros cada día- observando como tantos sinvergüenzas se hacen ricos a costa de coimas e influencias -y no por su trabajo y esfuerzo- mientras jueces, fiscales, congresistas y abogados inescrupulosos manipulan y hasta promulgan leyes que no protegen a la sociedad civil sino que, todo lo contrario, protegen y hasta liberan a cuantos criminales y delincuentes existen, especialmente a los más peligrosos, convirtiéndolos en seres inimputables e intocables.

Ante esta triste realidad, podemos ver como toda esta gravísima situación es consecuencia de que, como bien señala la filósofa, “la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio…”. Efectivamente, podemos apreciar a diario como en nuestro país, contemplamos como pareciera que se recompensa y hasta se alaba y admira al “vivo”, al “criollito”, por no decir vulgarmente, al gran “pendejo” que con su inteligencia y “viveza” viola leyes y reglamentos en su beneficio y, para colmo, adicionalmente queda impune de todo castigo. Se concibe entonces que es bueno ser “vivo”, “pendejo” o “criollito”, mientras que hay que ser muy idiota para ser honesto y trabajador, y no saber “aprovechar” las situaciones en provecho de uno, dejando de lado a los demás, esto es, al bien común. En otras palabras: “primero yo que los demás me importan un pepino”. La solidaridad es menospreciada y dejada a un lado en pro del beneficio propio. Una moral totalmente al revés, pero que comienza a ser concebida como válida y “ética”. Ello lo podemos apreciar con esa frase que muchos proclaman con relación a ciertos políticos: “roba, pero hace obras”. ¡Tremendo disparate! ¡Tremenda contradicción! No podemos permitir que esta especie de moralidad o “ética” al revés impere como verdadera ética, lo cual no lo es, pues la ética trata de los actos buenos, cuyo hábito lleva a la virtud, mientras que los actos malos, se transforman en vicios. ¡Cuidado con esta “moralidad del pendejo”!

En resumen, si tomamos en cuenta estas tristes realidades de nuestra sociedad peruana, en base a lo mencionado por Ayn Randa, podemos concluir que nuestra sociedad estaría lamentablemente “condenada”. ¿Condenada a qué? A una sociedad que paulatinamente se dirige a un franco deterioro social y moral, que solo conducirá al caos y a su destrucción. Que esto no suceda solo dependerá de que los peruanos que verdaderamente aman al Perú y que desean lo mejor para nuestra patria y para todos los peruanos, se involucren y trabajen verdaderamente por nuestro país, involucrándose en sus problemas y necesidades a fin de solucionarlos, y no me refiero a solo los problemas de infraestructura y desarrollo económico o social, lo cual está muy bien, sino vamos más al fondo del problema, a un compromiso por una verdadera moralidad y ética en las instituciones públicas -con aumentos de sueldos, viajecitos, cirugías plásticas y relojes Rolex no lo lograremos-. Ello dependerá pues de que cada funcionario público entienda que está para servir al país y no para servirse de él, que dicho funcionario -desde el presidente de la República, ministros, viceministros, congresistas, alcaldes, regidores, jueces, fiscales, contralores, funcionarios públicos en general- comprendan que solo de ellos depende que esto cambie. De lo contrario, la terrible profecía de Ayn Randa lamentablemente se cumplirá. Estamos avisados.

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