OpiniónViernes, 9 de junio de 2023
El neovizcarrismo, por Alfonso Baella Matto

A fines de 2022, en una columna para este diario, señalé —con relación a los preocupantes vínculos de Boluarte y Martín Vizcarra— que “Dina era una luz de esperanza para algunos porque fácil es resplandecer ante la oscuridad de Castillo y sus huestes”. Si bien existió, en un inicio, cierto mérito en la presidenta por gestionar el Estado mejor que Pedro Castillo, su santificación por una fracción de la derecha y su exención de la fiscalización periodística, fueron privilegios superfluos que han terminado contribuyendo, de forma involuntaria quizá, a la gesta de un nuevo gobierno servil a Martín Vizcarra y útil para una cierta izquierda.

Seis meses después de la abrupta caída del régimen chotano, la administración Boluarte ha logrado mantenerse en el poder gracias al argumento del “mal menor”. Gremios empresariales y distintos miembros del fraccionado y errático espectro político han tomado una postura de respaldo a Dina Boluarte fundado en la necesidad de poner fin a la crisis de inestabilidad. Soslayando las acusaciones que cortejan a la ahora mandataria, la derecha reza el discurso de la gobernabilidad antes vaticinado por la izquierda. A pesar de ello, el nuevo gobierno del Perú parece no haber tenido grandes logros en su gestión; por el contrario, ha generado conflictos tanto a nivel interno como externo del país. El deficiente manejo del ciclón Yaku, las disparatadas propuestas legislativas, el decrecimiento económico, los problemas en la frontera, la indiferencia ante los setenta fallecidos durante las protestas a comienzos de año y la falta de comunicación diplomática al resto del mundo frente a estos sucesos, denotan la preocupante incapacidad de Boluarte y Otárola.


En mayo, surgió la epidemia del dengue, revelando que la millonaria inversión del Estado en el sector salud durante la pandemia por COVID-19 fue solo un espectáculo político. Quizá lo más grave de la situación se revela en la estructura de funcionarios del Minsa, donde podemos encontrar a los grandes amigos de Víctor Zamora de vuelta en el ministerio. Rosa Gutiérrez, actual ministra de Salud y ex miembro de Perú Primero (partido de Martín Vizcarra), parece haber logrado su principal cometido: copar la cartera con los mismos burócratas que manejaron, con absoluta incompetencia, la salud pública en el 2020.

Para una parte importante de la población, Martín Vizcarra no solo es el principal responsable del exceso de muertes durante la mala gestión de la pandemia por COVID-19, sino también el destructor de la institucionalidad democrática y de los partidos políticos. Sin embargo, para otros pocos, como es el caso de la ministra Hania Pérez de Cuellar, la cercanía de sus funcionarios con el expresidente "no es algo que le moleste ni le preocupe". ¿Será por la entrañable amistad que en algún momento tuvo con Claudia Cornejo Mohme? La sumatoria de vínculos y cuotas que tiene el lagarto dentro de los ministerios y entidades públicas, y la indiferencia de Boluarte frente al tema, pone en tela de juicio la línea ética del gobierno actual.

Al profundizar en el análisis, se hacen evidentes las similitudes entre estos dos presidentes. El auge de Dina Boluarte en diciembre de 2022, se da en circunstancias muy parecidas a las de Martín Vizcarra en marzo de 2018. Ambos acusados de traición por sus presidentes, por los partidos que los llevaron al poder y por los ministros y congresistas oficialistas con los que compartieron un efímero e infructuoso primer año de gestión. En un inimaginable déjà vu, Boluarte —al igual que Vizcarra—, asume la presidencia en medio de un ambiente de algarabía por el aparente y anhelado fin de la inestabilidad política. Sin embargo, la impredecibilidad, la sangre fría y la volatilidad ideológica que caracterizó a estos dos personajes desde el inicio de su mandato, debió pintarlos como lo que son: personas poco confiables.

Quizá sea verdad que la historia peruana es un círculo vicioso de tropezar con la misma piedra. A lo largo de los últimos 20 años, se han levantado figuras presidenciales que, a pesar de sus graves acusaciones y de inquietantes personalidades, han tenido el respaldo de una fracción importante de políticos y algunos otros poderosos. La derecha empresarial ha demostrado que no tiene analistas que comprendan los fenómenos sociológicos, solo cuenta con operadores para sus intereses. Lo grave sería que, al no comprender la situación actual, y siendo conscientes del daño que le hizo el lagarto al país, la derecha, dividida e incapaz de consensuar, levante desde el subsuelo a otra figura —esta vez una marxista confesa—, que no es digna de su respaldo, cometiendo el mismo error que en el 2018.

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