OpiniónJueves, 3 de agosto de 2023
La orientación pederasta, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

Esta semana las redes se han conmocionado, con total razón, al ver que dos niñas lucían lencería en un programa de nuevos emprendimientos en el canal 4. Es comprensible la indignación, ya que sexualizar de esa forma a dos menores en un país donde las violaciones domésticas a niñas son pan de cada día es algo que no debe pasarse por alto.

Hace unas semanas, en otra columna titulada "La dictadura del silencio", abordé la relación entre la filosofía progresista posmoderna y la legitimación de la pedofilia a través de sus autores cabecera como Foucault y Sartre, en el contexto de las censuras a la película "Sound of Freedom". En esta ocasión, mi columna tendrá el mismo corte.

Es importante analizar esto no solo como un error aislado. Es evidente que es la consecuencia de la negligencia abismal que poseen los productores. Sin embargo, esa falta de criterio no es gratuita ni mucho menos anecdótica. Hace unas cuantas décadas, sería muy extraño que algo así sucediera. Lamentablemente, en el mundo posmoderno en el que vivimos, este tipo de errores no son comunes. En la actualidad, vemos como nuestra sexualidad juega un rol protagónico en el discurso político progresista, sumado al afán de querer desdibujar los principios básicos biológicos de nuestra naturaleza.

Hay que atribuirle esto último a la feminista radical Kate Millet, quien expresó en la década de los setenta: “El sexo es una categoría social impregnada de política”. La propuesta es simple: si la sexualidad pertenece al dominio de lo político (lo referente a la ciudad -polis-), entonces ya no encaja en la esfera privada. Lo que antes era parte de nuestra intimidad, ahora ya no lo es. Incluso, la sexualidad se configura como una situación de conflicto siguiendo la propuesta de Millet.

Sin embargo, la marxista Shulamith Firestone, feminista de segunda ola y cercana a Millet, expuso algo aún más trasgresor e inverosímil. Según esta pseudo filósofa, la familia es un núcleo de dominación heteropatriarcal que contribuía a la opresión y fomentaba una estructura social nociva para las personas. De manera puntual, Firestone afirmó: “si el niño puede elegir relacionarse sexualmente con los adultos, incluso si él debe escoger su propia madre genética, no habría razones a priori para que ella rechace los avances sexuales, debido a que el tabú del incesto habría perdido su función”.

Podemos observar esta situación en una declaración de Irene Montero, la política progresista hispana, durante una conferencia de diputados. En el fervor de su discurso, puntualmente expresó: “Los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales con quienes les dé la gana...". Estas palabras resultan alarmantes, sobre todo considerando que provienen de la ministra de Igualdad del gobierno español.

Hace unos pocos años, en TedX, Mirjam Heine expuso durante 45 minutos tratando de validar la pedofilia como orientación sexual. Comparó al pedófilo con víctimas segregación, haciendo analogías con las limitaciones que enfrentaban los homosexuales antes. Incluso, equiparó la pedofilia con la heterosexualidad, pretendiendo a toda costa su normalización. La charla fue mal recibida evidentemente y el programa se disculpó. Sin embargo, habría que reflexionar si esto no es la típica estrategia de suelto y apreto, como para ir testeando el terreno y a la audiencia. Bueno, en este caso, el “NO” fue contundente.

Para finalizar, mencionemos a Beatriz Preciado, una filósofa contemporánea que introduce el concepto de "Farmacopornografía". Según ella, en la actualidad, utilizamos fármacos para validar nuestra identidad sexual. En otras palabras, tomar hormonas para parecerse a otro sexo es una forma de dominio estructural del heteropatriarcado. Sin embargo, para Preciado, la identidad radica únicamente en la palabra. No es necesario que una mujer se parezca a una mujer para serlo. Brad Pitt o Clint Eastwood podrían ser mujeres únicamente si es que ellos dicen que lo son. Con esto, la auto creación se vuelve triunfante. Nos volvemos deidades.

Esto abre las puertas a cosas completamente absurdas, pero con una enorme potencialidad criminal. Por ejemplo, el tema de los baños de género en el aeropuerto Jorge Chávez. Siguiendo a todas estas autoras del feminismo de género (propias del nuevo izquierdismo), un personaje como Walter Solís Calero, el hombre que con un disfraz de mujer entró a un baño femenino de un colegio, podría no solo no ser juzgado por la falta que cometió, sino que, eventualmente, cualquier cosa que pueda hacer en los nuevos baños del aeropuerto peruano podría, bajo estos paradigmas posmodernos, ser validado con absoluta "lógica" progresista.

Habrá para quizás una tercera columna de este tema. Ahora lo más importante es tener presente que por mas que tratemos de poner dentro del paraguas de la tolerancia la aberración, esta jamás se encontrara exenta de su naturaleza criminal.

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