OpiniónMiércoles, 13 de marzo de 2024
Condenados por decir la verdad, por Carlos Polo y María José Corzo
Carlos Polo
Director en RELEASE
María José Corzo
Bachiller de derecho

Castigo por apartarse del pensamiento único. Esa es la consigna de las agendas globalistas progresistas que pretenden imponer sus ideas sin importar que para ello deban silenciar a todo aquel que no comulgue con sus fundamentos ni apoye públicamente su causa.

La libertad de expresión es uno de los derechos más cotizados por este tipo de grupos totalitaristas cuando se trata de ellos mismos; pero cuando se trata de los demás, mediante el discurso de victimización y de opresión histórica, fomentan una cultura de cancelación para poder callar y sancionar a cualquier opositor hasta con penas de cárcel. Libérrimo y sacrosanto derecho para ellos, estricta e implacable inquisición para los demás. La “Ley del Embudo,” aunque parece exclusivo de países que no viven en democracia, cada vez está más cerca más cerca de las sociedades que aparentemente viven en “libertad”.

En el año 2022 en México, el diputado transexual que ahora se hace llamar Salma Luévano se presentó en la Cámara Baja disfrazada de obispo católico y con lenguaje agresivo. Su propósito en esa ocasión era nada menos queproponer una iniciativa que buscaba “prohibir a las asociaciones religiosas pronunciar discursos de odio en contra de personas por su condición sexual o de género.” Es decir, prohibir cualquier expresión que pudiera herir los sentimientos de las personas de la comunidad LGBTIQ+, como por ejemplo, citar la Biblia.

Tamaña pretensión elimina en la práctica la libertad de expresión y la libertad religiosa garantizadas por la Constitución de ese país. Por supuesto, el agravio a los católicos al usar de forma impropia ornamentos y símbolos religiosos generó indignación por parte de la mayoría de mexicanos, así como de organizaciones internacionales.

En respuesta a este lamentable exceso de Luévano, el ex diputado Rodrigo Iván Cortés comentó en sus redes sociales que: “el diputado transexual, un hombre que se auto adscribe mujer, que exige respeto, pero es exactamente lo que no da; pide aquello que no da, con una falta de respeto tremenda”. En otras palabras, lo único que dijo Cortés fue que el respeto es para todos por igual. Si exiges respeto, tienes que respetar a los demás.Puro sentido común y norma de convivencia democrática.

Pero poner en evidencia la ambivalencia de la conducta de Luévano se convirtió en el crimen imperdonable contra el pensamiento único de las agendas globalistas totalitarias.

Al verse atrapado en medio de una gran polémica de rechazo, Luévano hizo lo que mejor saben hacer los miembros de su agenda: victimizarse. Desvió la atención del agravio que infligió y abrió un proceso contra Cortés alegando que, al no reconocerle como mujer en su video, sus comentarios consistían en un discurso de odio y que violó su derecho a la identidad. Paso de ser el valiente agresor burlándose de los católicos vestido de obispo a una doliente mujer víctima herida en sus más profundos sentimientos. El arte de la transformación hecha pauta permanente de su vida.

Pero este incidente político – judicial no fue el primero.

Meses antes, Luévano también acusó al entonces diputado mexicano Gabriel Quadri por sus tweets. Quadri, en defensa de las mujeres, opinó en contra de que los curules del congreso reservados para las mujeres fueran ocupados por hombres que se identifican como transexuales, así como otras publicaciones en las que afirmaba realidades biológicas y científicas. Y claro, para Luévano lo único importante eran sus sentimientos por encima de todas las cosas, aun en contra de la biología o de cualquier otra realidad científica.

Tanto Cortés como Quadri fueron condenados por “violencia política de género” en todas las instancias internas mexicanas. Para el sistema judicial mexicano actual, un diputado transexual es incuestionable, haga lo que haga o diga lo que diga. Incluso los argumentos de defensa de ambos fueron considerados una revictimización a Luévano, por lo que actualmente ambos se encuentran apelando dichas decisiones ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos con la finalidad de conseguir la restitución de sus derechos políticos y de libertad de expresión. Diría, además, de la restitución de la democracia.

Pero esto no termina aquí. Esta “violencia política de género” no se limita a condenar exclusivamente a hombres. Si una mujer como María Teresa Castell se aparta del pensamiento único también será condenada. Porque en el fondo, esto no se trata de diversidad sexual sino de un pensamiento único. Este año la “intocable” Luévano le inició el mismo proceso judicial y Castell fue condenada por lo mismo al referirse a Luévano y a María Clemente Orozco (otro diputado transexual) como “hombres biológicos hoy diputadas trans con graves problemas de conducta” en una publicación de su red social X.

Parece que ahora en México decir la verdad y expresarse es un delito y que los supuestos oprimidos resultaron ser los verdaderos opresores.

En Perú esto puede parecer imposible de creer porque aún no hemos sucumbido a una agenda globalista que elimine todo concepto de mujer, pero en países no muy lejanos eso ya es una realidad.

No podemos confiarnos. Hay que recordar que actualmente Olga Izquierdo enfrenta una posible acusación por discriminación por el simple hecho de cuestionar la seguridad de las mujeres y niñas en los baños del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, el cual permite que hombres transexuales puedan entrar a los baños de mujeres sin ninguna restricción.

¿Será que llegaremos a los extremos antidemocráticos de México? Esperemos que no. Porque entre otras cosas, en ese futuro distópico e indeseable este tipo de artículos ya no se podrán publicar.

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